LA
REVOLUCIÓN IMPRESIONISTA
I.-
PASOS PREVIOS Y COETANEOS
I.
1.- Los Artistas Académicos
A
los pintores franceses del siglo XIX, participantes en las exposiciones del
Salón parisino de la Academia de Bellas Artes francesa, una gran parte de la
historiografía los ha denominado, -con cierto tono de menoscabo-, con el
término de “académicos”
En
los tiempos modernos, se les ha
concedido tan sólo el papel de ser el contrapunto necesario para la reacción revolucionaria
de los impresionistas y del resto de tendencias que condujeron directamente a
las vanguardias del siglo XX. Sin embargo esta pintura marca una de las páginas
más brillantes de la historia del arte, como última heredera de la tradición de
la gran pintura romántica de Gericault, De
la Croix, David, Turner, Constable o Francisco de Goya.
Lo
que se puede entender como pintura académica engloba a una serie de artistas,
que buscaron nuevas maneras expresivas para modernizar una tradición basada en
la creencia de un ideal de belleza eterno, inmutable y universal, hecho canon y
sometido a estricta normativa.
Y
eso acontecía en unos tiempos en los que el mundo había experimentado profundas
transformaciones, derivadas de las sucesivas revoluciones políticas, económicas
y sociales y en los que las normas estéticas y morales del neoclasicismo se
habían agotado.
De
esta forma, estos artistas intentaron adaptar, a su manera, la tradición de la
gran pintura a un mundo que parecía estar descubriendo la volatilidad del gusto
y de la moda, acudiendo a las convocatorias de un Salón que se hacía cada vez
más abierto a las nuevas tendencias.
Es
decir, estos artistas fueron sensibles a un mundo nuevo desconcertante, lleno
de cambios, que iba abandonando las grandes convicciones de la tradición,
impulsado por el positivismo filosófico y moral, la industrialización y la urbanización con sus
secuelas sociales.
A
todo ello respondieron con una conversión al pasado, pero también a lo exótico
y lejano, ayudando a configurar un mundo moderno, sustituyendo un modelo
teóricamente perfecto, armónico y estable, (propio de la tradición de la
Academia), por otro inestable, convulso y a veces hasta violento y delirante, a
través de una pintura que refleja una sociedad y un mundo que desaparecerá en
el siglo XX arrastrado por la hecatombe de la Primera Guerra Mundial.
Como
parte de los principales pintores académicos, que expusieron en el Salón, se vienen
citando a Ingres, Gérôme, Cabanel, Bouguereau, Laurens, Henner, Meissonier, Baudry, Blanche, Bonnat, Guillaumet, Constant,
Belly y al paisajista Camille Corot, cuya influencia llegó directamente al IMPRESIONISMO.
La influencia de Corot fue decisiva en los primeros pasos de Monet, Renoir y Berthe Morisot, así como en toda la obra de Camille Pissarro, aunque no vio con simpatía al impresionismo como grupo,
debido a la rebeldía de sus componentes y jóvenes colegas ante las
instituciones oficialistas.
Gustave Moreau
Pero
los académicos coexistieron con otros artistas que, si bien no se suelen citar bajo
esta denominación, sin embargo estuvieron integrados en el sistema expositivo
del Salón y que, partiendo de la tradición, pasaron a explorar nuevos
horizontes y posibilidades estilísticas. Cabe citar de entre ellos Alma-Tadema,
Puvis de Chavannes, al realista Courbert o Gustave Mareau, quién ha de jugar un
muy importante papel en la creación del grupo de los “FAUVES”, primera
vanguardia del siglo XX.
I.2.-
Los Simbolistas
Como se ha señalado, hacia el último cuarto del siglo XIX, los
franceses, agnósticos y positivistas entusiastas de la ciencia y del progreso
técnico, pierden la confianza en sus viejos ideales y comienzan a experimentar
la necesidad de un renacimiento espiritual; cunde el interés entusiasta por la metafísica idealista de Hegel y
Schopenhauer, la mística cristiana, las religiones orientales, la tradición hermética
y otras doctrinas esotéricas, de todo lo cual participan intensamente los
pintores simbolistas.
De esta forma, el movimiento simbolista no dejó de ser más que
la expresión de unas inquietudes de tipo espiritual, que se iniciaron con la
lírica de Mallarmé y Verlaine, llegando después a la pintura y demás artes,
sembrando los gérmenes de las vanguardias; flexibilizando los estrictos cánones
académicos, pues ya no se perseguía tanto la descripción naturalista de lo visible, como de pintar la idea que bajo la
realidad subyace. Tal y como dijo Maurice Maeterlink el ideario e imaginario
simbolista pretendía tan solo “mantener abiertas las grandes vías que llevan de
lo que se ve a lo que no se ve”.
Hay, en pintura, una línea simbolista, digamos idealista, que
surge directamente del tronco del romanticismo y tiene antecedentes en los movimientos
británicos de los paisajistas visionaros, (Turner, Constable,…, ya nombrados) y
en los prerrafaelistas,(Hunt, Millais y Rossetti). En Francia, los iniciadores
de este simbolismo fueron Puvis de Chavannes, Gustave Moreau, (ya nombrados).
Esta corriente simbolista contiene una larga nómina de pintores de distintas
nacionalidades, que culmina con obras como las del belga Fernand Khnopff, de
los proto-expresionistas Henry de Groux y Edvard Munch y del pionero de la
abstracción Frantisek Kupka, por ceñirnos a nombres altamente significativos y
representativos.
Pero hay otra línea de la herencia simbolista que recoge Gauguin
y los NABIS, que aunque se ajusta más a una concepción formalista del arte, sin
embargo debe tenerse en consideración que tanto Gauguin, como Van Gogh, Émile
Bernard o Maurice Denis, también estaban empapados de los criterios literarios,
filosóficos y religiosos del momento.
Aunque se suele reducir el objeto pictórico de las obras de los
simbolistas al componente figurativo de seres mitológicos, de dioses, héroes y
monstruos, que la Academia había tenido secuestrados, existe en ellos una nueva
actitud contemplativa y soñadora ante la naturaleza, actitud legataria de los
implícitos en el paisaje romántico.
Formalmente, en la pintura simbolista puede distinguirse una
variación en los estilos: Aquellos que practican la pureza de línea, el
arabesco de las composiciones, como Georges de Feure, o bien la atmósfera
brumosa que difumina contornos, como Lévy-Dhurmer; o aquellos otros que
cultivan la factura lisa o por el contrario practican la factura matérica, como
Moreau o Desvallières.
Cómo el simbolismo engarza con la Modernidad se descubre al
poner de manifiesto sus concomitancias
ideológicas. En efecto, así como los simbolistas quisieron transmitir un
mensaje de fondo, debidamente codificado y encriptado, en un momento en que los
protagonistas de la Modernidad dirigían su interés fundamentalmente hacia los
aspectos formales y visuales. Del mismo modo los pintores abstractos tempranos
no renunciaron a la dimensión simbólica de sus obras, pero, a diferencia de los
simbolistas, sus objetos pictóricos no estaban ligados a temas identificables y
modelos naturalistas.
.
I.3.- Los Macchiaioli Florentinos y la Escuela de Barbizon
El fenómeno de los “Macchiaioli” es todavía poco conocido a
pesar de constituir la “avant garde”, de lo que, tres lustros después,
constituiría la gran revolución impresionista, arco triunfal de entrada a la
vía sin retorno de la modernidad, que desemboca en las vanguardias del siglo
XX.
Hacia el año 1855, en Florencia, un grupo de jóvenes pintores
inician la tarea de encontrar un arte nuevo, que supere la pintura académica,
en la que ellos habían sido formados. Quieren superar la pintura de estudio y
persiguen “lo verdadero en el arte”, practicando preferentemente la pintura al
aire libre. En sus obras plasman su innovadora y sincera visión del paisaje
toscano con sus fuertes contrastes lumínicos, expresados mediante yuxtaposición
de manchas de color.
Conocidos como los “Macchiaioli”, (los “Manchistas”), protagonizaron
uno de los capítulos más brillantes de la modernización de la pintura europea,
adelantándose a buena parte de las premisas proclamadas más tarde por los
impresionistas, dos de cuyos representantes, Manet y Degas, habían participado
en los trabajos iniciales de este grupo de pintores toscanos
Al igual que posteriormente los impresionistas, los macchiaioli
se interesan en la investigación sobre el color y la óptica: Si a través de la
luz y el color, los impresionistas fundan un nuevo sistema de visión de lo
real, los macchiaioli simplifican la visión tradicional eliminando, a través de
esos mismos valores las habituales perspectivas escenográficas, manejando
contrastes de intensidad del tono cromático junto con una rigurosa síntesis
geométrica de las formas. Una vez reducidos los valores de la pintura a la luz
y a la sombra, la organización espacial del cuadro es el resultado de las
líneas que delimitan los colores-luz y los colores-sombra.
Por primera vez en la historia del arte, los paisajes pintados pretenden
expresar el sentimiento de un lugar preciso, en una estación determinada y a
una hora concreta, como lo hacen Vincenzo Cabianca, Giovanni Fattori, Odoardo
Borrani o Giuseppe Abbati, que moviéndose por Castigliocello, La Spezia o
Livorno buscan prioritariamente plasmar en sus tablas, -huyendo del artificio y
la impostación y desde su honestidad-, sencillos paisajes y escenas campesinas,
teniendo como principal seña de identidad la pintura al aire libre.
Hacia 1860, Silverio Lega, Telemaco Signorini,y Odoardo Borrani,
entre otros, se trasladan a Piagentina donde abordan el retrato íntimo de la
tranquila y elegante intelectualidad burguesa, que, para ellos, debería ser la
clase dominante de la nueva nación. En este contexto el retrato cobra una
creciente importancia, mediante la experimentación con la espontaneidad del
posado, en un intento de superar los tradicionales retratos puristas de la
época anterior.
Los desplazamientos de estos artistas para pintar juntos del
natural pueden recordar al modo de trabajo propio de la Escuela de Barbizon. No
obstante los macchiaioli resultan más osados, enfrentándose al paisaje con una
libertad interpretativa y simplificadora hasta entonces desconocida.
Las escenas rurales que Constable presentó en el Salon de París
de 1824 influyeron de manera notable sobre un grupo de jóvenes artistas, lo que
les impulsó a poner en cuestión la puridad del canon de la Academia y pasaron a
buscar la inspiración de sus obras en la naturaleza, convirtiendo así las
escenas naturales en la temática recurrente y protagónica de su pintura y no
como simple decorado para la representación de escenas dramáticas, históricas o
mitológicas.
Durante el periodo revolucionario de 1848, un grupo de estos artistas,
compuesto entre otros por Corot, Millet, Daubigny y Théodore Rousseau, comenzó a reunirse en el pueblo de Barbizon,
para seguir las ideas de Constable sobre la pintura y el naturalismo, con ánimo
de pintar el cercano bosque de Fontainebleau.
Quince años después las obras de estos pintores captaron la
atención de Monet, Renoir, Sisley y Bazille, que se trasladaron al bosque de
Fontainebleau para tomarlo como objeto temático de sus obras.
Diez años después, estos artistas, junto a otros, constituyeron
el grupo de pintores que fueron conocidos como los IMPRESIONISTAS, denominación
con la que han pasado a la historia del arte mundial.
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