LA
REVOLUCIÓN IMPRESIONISTA
III.-
EL NEOIMPRESIONISMO Y LOS NABIS
III.
1.- LA CRISIS DEL IMPRESIONISMO
En
la década de 1870 el impresionismo alcanza el cenit de su apogeo en la
aceptación de la crítica y el público.
En
1886 se celebra la octava y última exposición del grupo impresionista en la
sala de exposiciones del marchante Durand-Ruel. En ella se ponen abierta y
totalmente de manifiesto las desavenencias estratégicas, estilísticas y aún políticas
que venían produciéndose dentro del seno de estos artistas. De hecho, en esta
última exposición, ninguno de sus componentes principales, salvo Degas,
Pissarro y Morisot, estuvo presente y, sin embargo, invitados por Pissarro,
participaron artistas tales como Gauguin, Seurat, Signac o Redon, que iniciaban
entonces el camino hacia el arte nuevo.
La
fecha de esta última exposición del grupo de los impresionistas, podría
señalarse como el punto de inflexión en la pintura europea, el punto sin
retorno a partir del cual los paradigmas de las artes plásticas toman distintas
dimensiones, conceptualizaciones y significados, con las que los principios
clasicistas y academicistas, hasta entonces vigentes, pierden validez, hasta el
extremo de que, con el tiempo y tras las vanguardias del siglo XX, llegan a ser
conceptos adjetivales de connotaciones peyorativas..
Venturosamente,
la crítica posterior ha venido a derrumbar tan insostenibles valoraciones,
considerando que ,un gran número de aquellas obras, son monumentos, que no solo
niegan “la muerte del arte”, sino que demuestran que el arte seguirá vivo y
palpitante en tanto ellas iluminen las miradas de las gentes.
Parte
de la crítica y de los historiadores del arte han diferenciado las dos
corrientes pictóricas que siguieron al impresionismo, identificándolas con dos
términos distintos, que otorgan, a cada una de ellas, carácter propio y
representación singular.
Así
el Neoimpresionismo estaría representado por las obras de Georges Seurat,
(1859-1891) y de Paul Signac, (1863-1935) y otros artistas. Y otros como
Pissarro y Paul Gauguin, (1848-1903), emplearon su lenguaje durante cierto
tiempo.
El
Postimpresionismo estaría representado por Cézanne, Van Gogh, el Gauguin avanzado,
Toulouse- Lautrec y otros, cada uno de ellos con su sintaxis expresiva y
espíritu peculiares.
Todos
estos artistas contestaron al impresionismo con diversas y, obviamente,
distintas respuestas de lenguaje, pero teniendo siempre como base la primacía
del hombre, que volvía a recuperar el lugar de donde, según ellos, había sido
expulsado: Se trata del hombre que piensa y siente, que no es solo una retina
presta a captar las impresiones producidas por la luz proyectada sobre los
objetos y su movimiento en el espacio, sino que da supremacía y privilegio a la
mente y al espíritu en su relación con lo natural tangible y visible.
Dicho
lo que antecede, se pueden establecer diferencia entre el neoimpresionismo y
el postimpresionismo, señalando, de
inicio, que el segundo tendría un doble propósito: Por un lado, el retorno a
una concepción más formal del arte, más racionalista, objetiva y intelectual,
como es el caso de Cézanne. Por otro lado, una acentuación de la importancia
del tema, y una concepción del motivo más subjetiva e irracional, emotiva y
apasionada, tal como muestran la obra de Van Gogh y, en muchos casos, la de
Gauguin, que además está invadida por una potente carga de significados
simbólicos.
Por
su parte, el neoimpresionismo basaría su lenguaje en un dominio absoluto de los
medios mecánicos del quehacer pictórico, basado en un conocimiento potente de
las leyes de la óptica y en el que no hay resquicio alguno para elementos subjetivos,
ni acción guiada por el sentimiento o la pasión. Este sería el caso de Seurat, que
denominó divisionismo a la base teórica de esta corriente estilística y
puntillismo al sistema técnico de su ejecución y plasmación en el cuadro.
III.
2.- EL NEOIMPRESIONISMO
Camille
Pissarro había insistido en que sus amigos Seurat y Signac participaran en la
octava exposición impresionista, lo que fue motivo de fuerte controversia. Es
en ese momento en el que el crítico de arte Felix Féneon crea el término de
Neoimpresionista, para definir el nuevo tipo de pintura que presentan estas
nuevas incorporaciones al grupo impresionista. Pintura en la que los colores
puros se yuxtaponen en el lienzo, mediante pequeños puntos, que favorece la
mezcla óptica de los colores en la retina del observador.
El
neoimpresionismo marca una dialéctica ruptura-continuidad respecto al
impresionismo, con una clara intencionalidad de progreso. La importancia que,
en la realización material de esta pintura, tiene la ciencia y el método, son
evidentes y socavan el criterio de improvisación
que eran uno de los basamentos del impresionismo.
Seurat
perfeccionó su método de la mezcla óptica, incorporando a sus obras
aplicaciones sistemáticas de la teoría del color del galardonado químico Eugène
Chevreul. Su prematura muerte en 1891pudo haber supuesto el final del
puntillismo, pero Signac se convirtió en el adalid más eficaz y gran teórico de
este movimiento, muy cercano, en sus primeros tiempos, a los principios
sociales del anarquismo. Su descubrimiento del Mediterráneo le permitió expresar
simbólicamente, a través de la luz y del color, su confianza en un mundo mejor,
como muestra su obra maestra “La entrada del puerto de Marsella (1911). Henri
Cross se convertirá en su mejor heredero, al tiempo que Pisarro, por un tiempo
y Gauguin y Van Gohg, a título más bien de ensayo, participan de esta
experiencia puntillista, dando así más amplitud al neoimpresionismo.
Gaugin,
nacido un década más tarde que Cézanne, Monet y Renoir, no llegó a conocer al
impresionismo en su fase de gestación, es decir ante de 1874, sino en su
plenitud. Demasiado tarde para darle la impronta de su aportación personal.
Tras
su desmovilización, después de su participación en la guerra franco-prusiana de
1870, casado ya con la joven danesa Mette Gad, Gauguin, que llevaba diez años
pintando en sus ratos de ocio y que había participado en las últimas
exposiciones impresionistas, decidió dedicarse por completo a la pintura, al no
encontrar otro medio de subsistencia. En una situación casi de miseria se
refugia en un pueblecito de la Bretaña, (Pont-Aven), donde la vida era más
barata y existía, desde hacía muchos años, una colonia permanente de artistas y
pintores. “Me gusta Bretaña, -escribiría-, encuentro allí lo salvaje, lo
primitivo”.
Buscando
estabilizar su situación económica, embarca hacia Panamá, y pasa después a la
Martinica. Retornado en 1888, vuelve a Pont-Aven donde se reúne en un albergue
con un reducido grupo de animosos y necesitados jóvenes pintores y se hace
escuchar por ellos. Durante este año el joven Ëmile Bernard, (1868-1941),
descuella por sus originales ideas y la técnica singular con que las ilustra. Gauguin,
junto a Bernard, elaboran una nueva manera de pintar, sintética y esencial, que
elimina los detalles y distribuye el color en amplias zonas, para contonear las
formas por un trazo negro. Al rechazar como tema el pintoresquismo del lugar,
rechazaban a la vez, la expresión natural del paisaje: “No copies demasiado
exactamente la naturaleza. El arte es una abstracción, sacadlo de la
naturaleza, soñando ante ella y pensad más en la creación, que en el
resultado”, decía Gauguin adelantándose a las vanguardias.
III.
3.- LOS NABIS
Paul Sérusier
Paul Sérusier
En
octubre de 1888, Paul Sérusier, (1864-1927), enseñó a sus colegas de la
Académie Julian: Maurice Denis, (1870-1943), Pierre Bonnard, 1867-1947),
Édouard Vuillard, (1868-1940), Paul
Ranson, (1864-1909), Ker-XavierRoussel,
(1867-1944), Felix Vallontton, (1865-1925) y otros, una pequeña tabla, que
acababa de pintar en Pont-Aven, bajo las indicaciones de Paul Gauguin, que
había animado a su joven discípulo y compañero a traducir e interpretar la
naturaleza con colores puros. Vuillard explicó que su maestro le había
instruido en el siguiente tenor:”¿Cómo ve usted esos árboles? Son amarillos, en
ese caso use el amarillo. Esta sombra es más bien azulada, pues píntela usted
azul marino puro. ¿Esas hojas son rojas? Pues póngale bermellón”.
Pues
bien, esa pequeña pintura sobre madera, -que representaba “El bosque del amor”-,
resultó tan convincente y tan rica de enseñanzas para el grupo, que se la
denominó “El talismán”. De este modo se inicia una auténtica revolución en el
plano formal de la técnica pictórica, en el de la elección de tema e incluso en
el de la significación del acto de pintar, que se vio confirmada por la
relación que el grupo mantiene con los movimientos literarios que se
desarrollan en París, sobre todo entre los poetas, cuyo simbolismo halla una réplica
en esta fórmula, que, bajo el pretexto de síntesis, tiende a otorgar a la forma
significaciones intelectuales.
“El talismán”, al que Maurice Denis ve y
describe como “una superficie plana recubierta de colores, reunidos en un
determinado orden”, plantea abiertamente por primera vez en la historia del arte, lo que será la
pintura para en el siglo XX: Una superficie plana con formas y colores Se abrió
así la puerta a la abstracción y a la concepción objetual del cuadro.
Alrededor
de las emociones y enseñanzas que suscitó “El talismán”, este grupo de artistas
se autodenominaron los “Nabis”, una palabra un tanto misteriosa no exenta de
esoterismo, que, tanto en hebreo, como en árabe, significa profeta y/o elegido,
y decidieron concebir la pintura desde una posición alejada definitivamente de
la idea naturalista. A este nuevo estilo se sumaba su interés por la
materialidad de la pintura, para la que los ejemplos de Van Gogh y Cézanne
resultaron esenciales, como lo fueron para los Fauves.
Las
posibilidades estilísticas que ofrecía el movimiento nabi fueron desarrolladas
por artistas con personalidades muy diferentes, pero que partían de estrictos
principios comunes.
Bonnard
y Vuillard exploraban elementos
intimistas y sensitivos, próximos a la sensibilidad del impresionismo; Roussel
se aplicaba a los temas bucólicos; en tanto Denis, Sérusier y Ranson se
sintieron atraídos y muy concernidos por un tipo de temática mistico-religiosa,
esotérica y ocultista.
Los
nabis, dentro de la corriente general en la que se inscribe el Art Nouveau,
fueron haciendo un arte en el que independientemente de los personajes y las
historias, lo decorativo fue adquiriendo una importancia cada vez mayor, que
los llevó a trabajar directamente en grandes decoraciones. Descubrieron que
podían influir en la vida de los hombres y que el arte podía ir más allá de la
pintura de caballete: Los muebles, las
tapicerías, los libros, el teatro y los paneles decorativos eran susceptibles
de acoger un arte que encerrara el misterio de la vida.
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