Edouard Manet
LA
REVOLUCIÓN IMPRESIONISTA
II.- EL IMPRESIONISMO
II.- EL IMPRESIONISMO
A
lo largo de las ocho míticas exposiciones que realizó el grupo de pintores
impresionistas entre 1874 y 1886, la concepción tradicional de la pintura sufre
una transformación radical e histórica.
Cuando
en 1886 se celebró la octava y última muestra en la galería del marchante Paul
Durand-Ruel, los críticos y el público comienzan a asimilar las novedades estilísticas,
inicialmente escandalosas y rechazadas, que aportan estos pintores impresionistas,
que ya comienzan a gozar de cierta fama y notoriedad y buena fama.
Pero
es cierto que, a partir de ese momento, los pintores impresionistas, tanto los
del grupo inicial de 1874, como,- y sobre todo-, los de la última
incorporación, van evolucionando hacía diversas actitudes y praxis pictóricas
distintas y divergentes, todas las cuales vienen a ser los pórticos de entrada
a las distintas vanguardias, que se manifestarán en los primeros años del siglo
XX.
Es
por ello que el Impresionismo viene a suponer un nuevo Renacimiento, que a
partir de la transformación de la pintura tradicional, inaugura y pone las
bases a un naciente periodo de esplendorosa creatividad, que transformará el
devenir del arte plástico, instaurando otros valores y maneras de hacer y
entenderlo, los cuales superan o derrumban aquellos que habían sostenido al
arte tradicional.
No
obstante, tanto los simbolistas, como los de la Escuela de Barbizón, como otros
académicos no adscrito, intentaron asumir el reto de, a su manera, plasmar en
sus lienzos la modernidad, pero ciertamente lo hacen sin llegar a romper el
fuerte vínculo que los ligaba al canon imperante. Con ellos convive el Impresionismo
e incluso de algunos de ellos toma los gérmenes y la inspiración de sus nuevos
y rupturistas planteamientos teóricos y
estéticos.
En
un principio, lo que se llamó después Impresionismo estaba ligado a un grupo
disperso de artistas sin identificación propia, considerados por la opinión
experta y por el gran público, como artistas radicales y descarados al alejarse
sustancialmente de las normas que la Academia tenía impuestas y por ello eran
rechazados años tras año por el Salón, lo que les impulsó a organizar
exposiciones de pintores independientes del circuito institucional de la
Academia.
El
interés fundamental de este grupo de pintores era registrar impresiones,
capturar la luz, las sensaciones y la fugacidad del instante. Pero no fue hasta
1874, en el estudio del fotógrafo
Nadar, al margen del Salón oficial, cuando a raíz de la mítica primera exposición del grupo de pintores formado, entre otros, por
Cézane, Degas, Monet, Morrisot, Pissarro, Renoir y Sisley, se acuñó el nombre de Impresionistas, derivado de un
cuadro que Monet, presentó en esta exposición, titulado “Impression. Soléil
levant”.
Pintar
de forma impresionista significa, para el pintor impresionista, representar en
el lienzo lo visto con los propios ojos, la realidad tal y como aparece ante la
mirada del artista. Todo ello captado a “plein air”. Contraponer a lo determinado
que tiene el realismo, a lo fragmentario
de su lenguaje formal, lo continuo e indefinido, la inestabilidad y el cambio
perpetuo, con lo que no cabe la posibilidad de ofrecer una visión exacta y
realista de esa realidad. De ahí las formas imprecisas, el toque distendido y
la incertidumbre tonal.
Los
impresionistas buscan, en la naturaleza, lo inasible, lo inestable y lene, sin dar
solidez lineal a las estructuras arquitectónicas representadas y, en el campo
abierto, plasmar las atmósferas transparentes y las luces claras. Tienen
especial interés por los rasgos dinámicos de la realidad, en la que se pueden
observar cambios rápidos, transformaciones y movimientos, luces, colores y sombras luminosas logradas con
colores complementarios, poniendo de manifiesto cómo la apariencia cromática de
un objeto cambia según la iluminación, por lo que, para ellos, el tema elegido
como modelo tiene una relativa importancia.
Todo
ello, como el propio Cézanne dijera,
captado con un ojo sensible e inquisidor, que penetra con certeza y sinceridad
en la esencia de las cosas sin más intermediario que su propia sensibilidad.
Así pues, el Impresionismo es sobre todo observación, pero una observación
emotiva y emocionada de la naturaleza, transportada al lienzo a través de
colores puros y luminosos en una gama más sencilla que la que utilizaban sus
coetáneos; colores aplicados en pinceladas yuxtapuestas, que conforman una
determinada textura matérica de toques de color, con relegación al mínimo del
pigmento negro.
Entre
los precursores de esta revolución, destaca Ëdouart Manet (1832-1983), que
aparece como líder natural de los impresionistas, sin embargo, paradójicamente,
nunca expuso con ellos y siempre intentó ocupar un lugar destacado en el Salón
de París, en donde presentaba sus creaciones, conjugando su revolucionaria
modernidad con su apego a la tradición.
En
torno a Manet, indiscutible maestro de todos ellos y en el barrio parisino de
Batignolles, -en donde vivían gran parte de los mismos-, se reúne un grupo de
estos jóvenes artistas con ideas innovadoras, como Pierre-Auguste Ronoir (1841-
1919), Frédéric Bazille (1841- 1870) y Claude Monet (1840- 1926), acompañados
de Émile Zola (1840-1902), que escribió por aquel entonces que se reunían “ en
torno al pintor vilipendiado por el público, formando un frente común de
pintores y escritores que lo reivindican como maestro”.
A
pesar de ello, Manet, -como se ha dicho-, nunca se implicó de forma definitiva
con el impresionismo y consiguió triunfar en el Salón con obras de corte
político convencional, a diferencia de los impresionistas. Nunca Manet empleó
las pinceladas yuxtapuestas de matices puros, que aplicaban sistemáticamente
sus compañeros y amigos. Esta circunstancia diferencial y el hecho de emplear
el color negro, es lo que marca la separación estilística de Manet con respecto
a la pintura impresionista, pero retuvo de ella la impresión de inmediatez de
la visión de la realidad.
Claude Monet
Claude Monet
Tras
de Manet hay que destacar a Claude Monet, impresionista puro, maestro de los
reflejos y de las variaciones de luz y del agua. Monet constituye el auténtico
promotor de la nueva revolución impresionista, a la que siempre se mantuvo fiel
sin vacilaciones ni desánimos.
Con
dieciocho años marchó a Paris, en donde se sintió interesado por los paisajes
de Corot y Daubigny. En la Académie Suisse se encontró con Camille Pissarro. En
1862, tras su obligado servicio militar en Argelia, retorna a Paris y, en la
Escuela de Bellas Artes, conoce a Renoir, a Sisley y a Bazille, con quienes
traba una entrañable amistad. Con ellos se desplaza al Bosque de Fontainebleau,
cerca de Barbizon, para pintar sus paisajes, pudiéndose afirmar que, por
aquellos tiempos, el arte de Monet alcanza ya su madurez, lo que se traduce en
la ejecución de grandes obras, dentro de la corriente post courbetiana que
Edouard Manet representaba. En 1869, pintando con Renoir el pintoresco tema de La
Grenouillè, en Bougival, convinieron ambos en aplicar a sus respectivas obras
la técnica por ellos concebida y que recibiría con posterioridad el nombre de
Impresionismo.
Fijada
su residencia en Argenteuil, acompañado, en 1872 y 1874, por Renoir, Caillebote
y Pissarro el grupo dedica su atención a la fijación de normas y procedimientos
de los que será llamada la pintura impresionista. De casi todos los que
adoptaron aquella técnica pictórica,
incluido el finísimo pintor que fue Sisley, se conservan espléndidas
vistas fluviales pintadas entonces. Pero fue el maestro de aquella escuela
Monet que se distinguió entonces desarrollando aquella actividad iniciática,
que no abandonaría en toda su vida
Pierre-Auguste
Renoir, frente a la fuerza de Monet, se manifiesta como un artista más sensual,
más delicado en sus retratos, quizás por las sutiles irisaciones de su paleta
veneciana, que a pesar de su vinculación total al impresionismo es continuador del eterno clasicismo,
prefiriendo las escenas con personajes y el retrato, al paisaje puro. Pierre Auguste Renoir
En
1862, conoce a Monet, Sisley y Bazille con los que traba una fuerte relación de
amistad y pintan en Fontainebleau en donde conoce a Daubigny del que recibe fuerte influencia. Pero desde
1866 es la influencia de Courbet la que domina en sus obras de aquella época y
ya en 1869, junto a Renoir, estable las primeras pautas del impresionismo, a
cuyos principios se mantuvo fiel hasta la última exposición, en 1886, de los
impresionistas, en la que ya no participó.
Por
su parte, Alfred Sisley (1839- 1899) destaca por su gran rigor compositivo. Se
mantuvo tan fiel como Monet, , a la técnica del impresionismo, siendo uno de
los que se adhirieron a ella desde sus comienzos. Sin embargo a pesar de
haberse valido siempre de la técnica impresionista, nunca se alejó de la línea
fijada por Corot y Daubigny.
Berthe
Morisot (1841- 1895), que participó desde la primera exposición impresionista
de 1874 en seis de las siete restantes, había tomado contacto con Manet en 1866
a través de Fantin-Latour. Había sido alumna del anciano Corot y concurrió
asiduamente al estudio de Manet, casándose con su hermano Eugéne. Berthe Morisot significa, además, el lugar
que comienza a reclamar la mujer en el universo del arte y lo consigue.
Camille
Pissarro (1830- 1903), posiblemente fue el que demostró más inquietudes entre
los auténticos impresionistas y fue, sin duda, uno de los pintores más dotados
con los que contó aquel grupo.
Hacia
1954 llega a Paris y se entrevistó con Corot, que inclinó su vocación hacia el
paisaje, lo que hizo que siempre sintiera una gra inclinación hacia esta
pintura. En la Academie Suisse conoció a Monet que le presento a sus
compañeros, trabando con todos ellos una
firme amistad, pintando junto a ellos también en Bougival. Fue un
entusiasta de las exposiciones de los impresionistas sin dejar de participar en
ninguna de ellas.
Empleó
pinceladas vermiculares o en forma de coma, dadas diagonalmente y acentuando
todavía los efectos del colorido, mediante la diseminación, en el fondo del
lienzo, de otra pinceladas breves que se entrecruzan, lo que constituye ya una
técnica afín al divisionismo o puntillismo, lo que le llevó, una vez conoció a
Signac y a Seurat, en 1885, a adherise a la escuela puntillista, que abandono
en 1890, volviendo a la pintura estrictamente impresionista.
Paul Cézanne (1839- 1906), que aprendió junto a Pissarro lo que significaba
el impresionismo, sintió pronto la necesidad de de romper con algunas de las
reglas en que se basa este estilo. En Cézanne destaca la solidez estructural de
los elementos de sus obras; su sentido constructivo, enfatizado por la plenitud
de sus pinceladas, se pone de manifiesto de manera muy especial en sus
bodegones y en su obra posterior. Su influencia en las vanguardias del siglo XX
es decisiva.
Frente
a la renovación estilística radical de Monet, Renoir o Cézanne, Edgar Degas
(1834- 1917), admirador de Ingres, constructor del espacio y pintor de
atmósferas, buscó lo instantáneo del movimiento en las luces cambiantes de los interiores.
Amigo de Manet desde 1862, captura la estilística del clasicismo. Su modernidad
se apoya en una estética fragmentaria más que en una pincelada vibrante o en la
plenitud del lienzo, lo que le permite crear la ilusión de representar
instantes de la realidad..
Participó
en siete de las ocho exposiciones impresionistas, aunque no en todas sometida
su participación a controversia, ya que no empleó la técnica pictórica de sus
amigos los impresionistas debido a que vio que aquella innovación, al representar
la luz mediante la disociación del color, suponía la abolición de las sombras y
líneas que forman las figuras y él era un enamorados de la figura humana en la
multiplicidad de sus actitudes y circunstancias, que anhelaba plasmar en el
lienzo.
En
la década de los cincuenta, emulando a Ingres o a Delacroix, realizó, con gran
dominio de la composición cinco notables lienzos de asuntos históricos. La
amistad que hacia 1862 trabó con Manet determinó que desde entonces se ocupara
de temas solamente basados en la estricta interpretación de la realidad
Frédéric
Bazille, muerto prematuramente en combate a poco de iniciarse la guerra
franco-prusiana, está entre los componentes del grupo inicial de los que luego
serían los pintores impresionistas. Salta a la fama dentro del impresionismo
debido a su cuadro “L’atelier”, - Museo d’Orsay-,, que representa una visita de
Manet al estudio del pintor, taller compartido con algunos de sus más íntimos
compañeros. Figuran en este lienzo Renoir y Zola, el pianista y crítico Maître
y Bazille, que con Monet muestra al visitante una obra de su autoría puesta en
el caballete. Parece ser la alta y desgarbada figura de Bazille fue trazada por
Manet en prueba de simpatía hacia el joven artista. Su muerte prematura supuso
la pérdida de una figura muy significativa del impresionismo.
El estilo pictórico de Gustave Caillebotte (1848-1894),
durante su breve vida, estuvo profundamente
influenciado por sus colegas impresionistas, sobre todo por Renoir y Pissarro
con los que comparte el compromiso impresionista
de "realidad óptica", empleando una paleta caracterizada por
tonalidades pasteles y una pincelada suelta. Al igual que Degas, por quien estuvo muy
influido, Caillebotte se enfocaba en pintar la realidad, tal cual como existía
y la visualizaba.
Otros pintores acompañaron a los mencionados más arriba en la
casi heroica tarea de transformar la ética y la estética de la pintura, tal y
como se venía concibiendo y desarrollando hasta esos momentos bajo los dictados
de la Academia de Bella artes francesa. Destacaremos a Jean-Louis Forain,
Armand Guillomin, Henri Rouart, Charles Tillot, Paul-Victor Vignon y Federico
Zandomeneghi, a los que la historia ha querido poner en segundo término. Sirva
esta mención como un homenaje a sus esfuerzos.
Otros, como Gauguin, Seurat, Signac, el mencionado Cézanne,
Van Gogh y Tolouse-Lautrec serán motivo de estudio, como artífices básicos de
Neo y Post Impresionismo.
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