LA
REVOLUCIÓN IMPRESIONISTA
IV.-
EL POSTIMPRESIONISMO Y LOS FAUVES
IV.
1.- EL POSTIMPRESIONISMO
La
crítica y la ensayística actuales identifican
al postimpresionismo con el periodo en el que Cézanne, Van Gogh, Gauguin y Toulouse- Lautrec
realizaron, tras sus respectivas experiencias impresionistas, sus obras, las
cuales tienen, como características comunes, la sustitución de la sensación de
fugacidad formal de la pintura impresionista, por la solidez de las
composiciones y el abandono de la estricta adhesión al naturalismo, que se
sustituye por la expresión acentuada del motivo, introduciendo en la pintura
una dimensión emocional, que carecía de
precedentes. Dicho lo cual y dentro de este marco común, es evidente que cada
autor presenta unas singularidades marcadamente diferenciales en sus
expresiones plásticas y en sus aportaciones a la modernidad, pues nunca
actuaron como grupo o movimiento.
El postimpresionismo discurre por una doble vía: De una parte, con Paul Cézanne,
(1839-1906), se retorna a una concepción de la pintura más formal, más
racionalista, objetiva e intelectual. De
otra parte, se acentúa la importancia del tema, y se tiene una concepción del
motivo más irracional, emotiva y apasionada, tal como muestran la obra de Vincent
Van Gogh, (1853-1890), y, en muchos casos, la de Paul Gauguin, (1848-1903), cuya
obra está penetrada por una fuerte carga de significados simbólicos. Y Henri de
Tolouse- Lautrec, (1864-1901), que se sitúa en la misma línea de atenta
observación de la realidad, en que estaba posicionado Degas.
Tolouse-Lautrec
sigue una trayectoria vital, -desde su castillo familiar en Albi hasta el
Montmatre más barriobajero- que, aun hoy, continúa siendo una historia que
cautiva, pues a pesar de su deficiencia física tuvo el tesón de convertirse en
uno de los nombres más populares y de los artistas más célebres de su
generación.
En
1886, en el taller de Cormon, conoce a Van Gogh, Èmile Bernard, (1868-1941), y Louis
Anquetin, (1861-1932), y los cuatro amigos empiezan a exponer bajo el nombre de
los “impressionnistes du petit boulevard”. Tolouse-Lautrec experimenta con
perspectivas muy forzadas, tomadas de los grabados japoneses, con un dibujo
nítido y temas de los bajos fondos parisinos, pero siempre como testigo
benevolente y nunca como acusador de los vicios de la ciudad, retratando a los
personajes del Montmatre del lupanar y el cabaret, con una mirada tierna y
comprensiva, sin cinismo ni arrogancia. Con el retrato de las divas del Moulin
Rouge, inaugurará una nueva manera de pintar, de una gran simplificación y
austeridad de recursos, pero con una asombrosa capacidad expresiva.
Vincent
Van Gogh sincero, apasionado, y autodestructivo, siempre en estado de extrema
tensión anímica, (en el que algunos ven locura), y con una capacidad perceptiva hipersensible,
es otra de las caras del postimpresionismo: Representa el espíritu de lo
dionisiaco, expresado en un desenfrenado paroxismo de color y luz dramática,
que recoge los cambiantes estados anímicos del pintor. Su pintura, lúcida y
sincera, fue embriaguez de color, constituyendo una visión emocionante de su
realidad interior.
Vincent van Gogh
Desde
su llegada a París, en 1886, junto a sus amigos recién conocidos en el taller
de Cormon, pinta los barrios de la ciudad, con un uso muy expresivo e intenso
del color. En febrero de 1888, viaja a Arles, siguiendo su sueño de crear una
comunidad artística en el sur, pero esa comunidad se estaba creando ya en el
norte, en Port-Aven, liderada por Gauguin.
En
esos momentos trabaja con el poder de sugestión de los colores y con el
significado simbólico que estos proporcionan. En este sentido escribía a su
hermano explicándole que “en lugar de reproducir exactamente lo que tengo ante
mis ojos, empleo el color de una manera más arbitraria, a fin de expresarme con
vigor”, en frase premonitoria del fovismo.
Por
esas fechas, consiguió convencer a Gauguin para que trabajara con él en Arles,
viviendo juntos, en la famosa casa amarilla, durante nueve intensas y
accidentadas semana. En contacto con Gauguin, Van Gogh acentuó su familiaridad
con el sincretismo radical, con planos lisos, destacados mediante cerquillos
marcados y oscuros, en una explícita referencia al estilo de Gauguin, tal como
muestra el cuadro “El salón de baile en Arles”.
Después
de ausentarse Gauguin, que volvió a París, -tras el conocido incidente en el
que Van Gogh se cortó una oreja-, se internó voluntariamente en Saint Remy. Sus
autorretratos ponen de manifiesto su sufrimiento, con el que terminó en Auvers-sur-Oise,
- estando bajo la protección y los cuidados del doctor Gachet-, disparándose un
tiro en el pecho el 27 de Julio de 1890.
Paul
Gaugin, -del que ya se ha hablado anteriormente por la influencia decisiva que
tuvieron sus ideas y pintura sobre los pintores Nabis-, superó al impresionismo
estableciendo un lenguaje formal más consistente, llegando a una síntesis plástica
mediante la aplicación de un sintetismo técnico. Pintor en permanente crisis,
estuvo siempre interrogando a su destino, sin lograr jamás encontrar respuesta.
Paradigma de la evasión real, en nada romántica, impelido por la más acuciante
necesidad, fue a buscar, en un pueblecito de la Bretaña, “lo salvaje y lo
primitivo”, que finalmente encontró en las almas primarias de los aborígenes
polinésicos y en la naturaleza no contaminada de las islas del sur, pero ciertamente
nunca halló la calma espiritual.
Paul Gauguin
Gauguin
supone una nueva manera de pintar, sintética y esencial, que elimina los
detalles y distribuye el color en amplias zonas, para contonear las formas por
un trazo negro, rechazando a la vez, la expresión natural del paisaje: “No
copies demasiado exactamente la naturaleza. El arte es una abstracción, sacadlo
de la naturaleza, soñando ante ella y pensad más en la creación, que en el
resultado”, decía Gauguin adelantándose varios lustros a las vanguardias.
Paul
Cézanne superó los aspectos de provisionalidad del impresionismo con una
pintura concreta y sólida, con formas estructuradas, conservando del
impresionismo el uso del color puro, que le servía para modelar el espacio
pictórico, con el que reemplaza el dominio de la luz, que se convierte en
formas junto al color, al ser absorbida por los objetos. Cézanne se esforzará
por otorgar a sus composiciones una estructura arquitectónica, basada en planos
fuertemente consolidados mediante un análisis racionalista de la realidad
contemplada.
Paul Cazanne
Su
obra solamente fue conocida, por largo tiempo, por sus colegas impresionistas y
por los postimpresionistas Van Gogh y Gauguin, pero es la generación posterior
la que aceptó, tras su muerte, todos los postulados formales y estéticos que
Cézanne proponía. Llegándose por este conducto al cubismo a través de Dufy,
Derain y, sobre todo, Braque. Tanto Matisse, como su antagónico y rival,
Picasso, consideran a Cézanne “el padre de todos nosotros”.
IV.
2.- EL FAUVISMO
Constituye
el fauvismo la primera vanguardia del siglo XX y fue un movimiento polémico,
pletórico y exuberante, basado en la exaltación de los tonos puros, que situó
la independencia del color en el centro del debate artístico. Los fauves
removieron los fundamentos del arte pictórico de su tiempo con un innovador
tratamiento del color, la factura enérgica y la libertad de ejecución, como firmes
defensores de la autonomía individual y de la capacidad de la pintura en sí
misma como medio de expresión
Los
primeros contactos entre los artistas que posteriormente serian conocidos como
los fauves, se remontan a finales de la década de 1890, cuando Henri Matisse,
(1869-1954), George Rouault, (1871-1958), Albert Marquet, (1875-1947), Henri
Manguin, (1874-1049) y Charles Camoin, (1879-1965), coincidieron en la Escuela
de Bellas Artes de Paris, en el estudio del simbolista Gustave Moreau, maestro
atípico, que incitaba a sus alumnos a expresarse libremente a través del color
y a buscar la autonomía pictórica, enseñanza bien aprendida por estos artistas,
de forma tal que cada fauve siempre expresó en sus cuadros sus características
personales, enfatizando su propio método y la individualidad estilística de su
pintura.
Henri Matisse
El
grupo de alumnos de Moreau, liderado por Matisse y al que pronto se sumaron
otros jóvenes artistas, como Jean Puy, (1876-1950), Andre Derain, (1880-1954) y
Maurice de Vlaminck, (1876-1958), comenzó tempranamente a experimentar con los
colores puros y las pinceladas expresivas de la pintura moderna de Van Gogh,
Gauguin y Cézanne, que se exponían en esos años de su formación, en las
galerías más atrevidas de París, pintando a menudo juntos, motivados por un
fuerte espíritu de emulación, como se puede apreciar en los estudios de modelo
desnudo, que trasmiten el ambiente del taller compartido.
A.partir
de 1904 los fauves pasan temporadas, cada vez más largas, en la Costa Azul,
donde, gracias a la luminosidad mediterránea y fascinados por ella, estos
artistas se aplicaron al estudio de la incidencia de la luz sobre el color y
aumentaron intensamente el tono de sus paletas. En el verano de 1905, periodo
decisivo para el fovismo, Matisse y Derain se instalan en el pueblecito de
Collioure, en donde Matisse, que estaba muy influido por Signac, estimulado por
el ímpetu juvenil de Darain, encontró el camino para trabajar con una mayor
libertad pictórica. Por su parte, Derain ganó confianza en su pintura gracias
al apoyo de Matisse, que ya gozaba de una cierta reputación. Mientras tanto,
Camoin, Manguin y Marquet recorrieron juntos distintos parajes de la zona, en
donde produjeron paisajes de colores intensos y atrevidos, pero con menor
libertad de ejecución que Matisse y Derain.
Andre Derain
Vlaminck,
por su parte, permaneció en Chatou, pintando en solitario paisajes vertiginosos
de colores saturados, por lo que ha sido siempre considerado como el más fauve
y probablemente, el único de estos artistas, al que la etiqueta de “fiera” le
describe correctamente. De carácter jocoso e irreverente, su pintura se
caracteriza por un uso poco convencional de los colores y por una pincelada
efusiva e impetuosa, la más intensa y violenta del grupo.
Maurice de Vlaminck
Octubre
de 1905 fue una fecha decisiva para estos artistas, porque en la Sala VII del
III Salon d’Automne, se exponen, -gracias a que Matisse formó parte del comité-,
las obras de él mismo y de Camoin, Derain, Manguin, Marquet y Vlaminck,
rodeando dos bustos del mármol blanco del escutor Albert Marque. El contraste
entre la albura de los bustos y la fortísimas intensidad de las tonalidades de
las pinturas, sugirió al crítico Louis
Vauxcelles la famosa frase de “Donatello chez les fauves”, (Donatello en casa de las fieras), de la
que proviene el nombre que se da a estos artistas.
El
resultado causó un auténtico revuelo, provocando un encendido debate entre los
críticos favorables y los escandalizados, sin embargo el joven Braque quedó
altamente impresionado por las pinturas de Matisse y Derain de forma que, a
comienzos de 1906, el mimo George Braque, (1882-1963), junto a Raoul Dufy, (1877-1953),
y Othon Friesz, (1879-1940), se incorporaron al grupo, renovando de forma
brillante al movimiento
Y
es que, en efecto, las obras que hoy resultan alegres y decorativas, hace
ciento diez años y a un público que todavía estaba asimilando los avances de la
pintura impresionista, parecieron salvajes y violentas, ya que aun comparadas con
los postimpresionistas, el arte fauve posee una pureza y una inmediatez que, al
día de hoy, sigue sorprendiendo, debido al resultado profuso e imprevisible y a
la ausencia de las tradicionales reglas con que se practicaba la pintura.
El
fauvismo no fue un movimiento homogéneo, sino más bien un encuentro entre varios
jóvenes artistas independientes, unidos por unos fuerte vínculos de amistad y
por la mismas preocupaciones sobre el devenir del arte. Su desarrollo fue tan
brillante, como intenso. Tuvo una vida de poco más de dos años, pero su impacto
fue extraordinario, porque su obra recogió el legado del neo y del post
impresionismo, además de sentar las bases para otros movimientos de vanguardia,
como el expresionismo y el cubismo, sirviendo de enlace entres las grandes
manifestaciones artísticas de finales del XIX y de principios del XX.
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