miércoles, 18 de abril de 2018

177 03* VELAYOS . PAISAJES . GALERÍA DE ARTE KREISLER. Hermosilla, 8. Madrid



“Flores, árboles, montes, nubes, hierbas, ríos …: esos elementos … Esos compañeros de trabajo son los objetos de estos paisajes, para que el espectador pueda imaginar, para ejercer el juego de mirar y ver, para sentir la emoción del arte, para entender que no se trata de reproducir la naturaleza, sino de hacerla más visible”.


Con esta apelación al juicio crítico del espectador de su obra, Jesús Velayos, (Ávila, 1950), da la clave hermenéutica para la interpretación de sus creaciones, que hay que ver con mirada reflexiva y mirar desde la atalaya de las ideas, aceptando la afirmación de Baudelaire de que “el arte no se explica, se siente”.

Al tratar de hacer visible y plástico lo invisible, el artista postmoderno se encuentra en sendas encrucijadas, tanto metafísica como práctica, sometido a un sinfín de dudas que le condicionan psicológicamente, viéndose obligado a emplear al máximo todas sus capacidades de resiliencia, convicción y aptitud visionaria.

Porque tras la “muerte del arte”, el arte, en cada artista, renace ahora de sus propias cenizas, en alumbramientos que encauzan,  por distintos canales, las experiencias anteriores, las represan después y, con energía renovada,  las dejan salir mixturadas por los canales de su creatividad.

Con una pintura que omite lo superfluo, queriendo revelar la esencia de las cosas y que se expresa prescindiendo de la tercera y cuarta dimensiones, Velayos  ha llegado a sintetizar toda su potencialidad creadora en unas composiciones con estructuras formales poco diferenciadas unas de otras. Composiciones, basadas en un dibujo de corte geométrico, que rima con las construcciones que Klee compendiara, y con el que delimita formas y áreas de color matizado en grises.

Velayos  es el creador de una manera de concebir el cuadro, en donde el dibujo juega un lugar destacado, y los blancos y colores grises definen su poética y muestran su enigma, que acola esencialmente con el espíritu de la pintura metafísica de Chirico.

Sus obras responden a un paradigma personal, diferenciado y significativo, que le identifica, basado en esquemas de  los elementos que la naturaleza ofrece,  a los que añade los bosquejos siluetados de un edificio dominante y de un árbol alegórico, y cuya fuerza expresiva y comunicativa estriba en la comprensión de un éxtasis interior, revelado en el color, en la arquitectura de las formas y en la ordenación de los diferentes y distintos elementos, que son los signos de su lenguaje hermético.





BENITO DE DIEGO GONZÁLEZ
Miembro de las Asociaciones Madrileña,

Española e Internacional de Críticos de Arte

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