Es sin duda Cantabella, (Carmen
Molina Cantabella, Murcia, 1977), una artista trascendida por el espíritu del
paradigma Pop, que ha concebido esta colección como un homenaje a la vida y
obra literaria del aviador y escritor A. Saint-Exupèry y especialmente a su
obra más conocida, como es “El Principito”.
Ahora bien, el vigor creativo de
esta artista, hace que sus obras,
trasunto de su personalidad, no sean confundibles con cualquiera de los modelos
arquetípicos con que sus predecesores codificaron esta corriente artística, de
los que, sin embargo, en bastantes ocasiones toma inspiración.
Las escenas recogidas en los
cuadros de esta polifacética creadora, -que trabaja con distintos materiales,
más allá del óleo y los pigmentos-, tienen su base en la contemplación de la
realidad cotidiana, cuya evidencia duele a Cantabella, pero expresada mediante figuraciones,
que las sitúan en el más subjetivista de los surrealismos.
De los cuadros de Cantabella, formalmente
realizados con esmerado perfeccionismo en el dibujo y en el tratamiento y aplicación
del color, emana, aún de aquellos que narran escenas basadas en la violencia, una
palpable quietud silenciosa, no exentas de cierta ternura, quizá, porque como
ella ha manifestado, el objeto principal del conjunto de sus obras “es el ser
humano y la formación de sus ideas y principios y hablan del conflicto que
supone para los niños asumir la construcción del mundo que hacen los adultos”.
Son pinturas icónicas,
simbólicas, que están concebidas a modo de metonimias sociológicas, mediante la
expresión de escenas, -verosímiles por su realismo cuasi fotográfico-, que solo
tienen existencia en el imaginario de su creadora, como ilustraciones de historias sacadas de
ficticias narraciones literarias, mediante la introducción de elementos
fantásticos, que sirven para afianzar la idea fuerza que la artista quiere
trasmitir.
Sus pequeñas esculturas o
dioramas, que son mínimos planetas sobre los que aparecen figuras representando
escenas, -“mundos cerrados”, dice la artista-, que hay que interpretar en clave
de metáforas que hablan y nos interpelan, “del amor y de la solidaridad, pero
también del desamor, de la soledad y del engaño”, en palabras de Cantabella.
Podemos afirmar que de todas sus
obras emana una cierta poesía
directamente dirigida al corazón de los que las contemplan.
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