A la artista cuyana Cristina
Ortiz, (Mendoza, R.A., 1953), pero residente en Asturias por muchos años ya, le acontece lo que Picasso aseveró,
proclamando que “la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”,
buscando, creando y recreando, buceando en los sentimientos y en los sentidos.
Porque Cristina es una convencida
trabajadora, así sus cuadros presentan una calidad técnica altamente depurada,
sin que detalle alguno en ellos no haya
sido minuciosamente estudiado, siempre hacia el encuentro de la excelencia
compositiva y máxima expresividad plástica.
Picasso y Braque introdujeron, allá por la primera década del
siglo pasado, el collage, como complemento formal a sus composiciones cubistas,
mediante la aplicación de sus “papiers collés”, los futuristas posteriormente hicieron
generoso uso de la idea, siendo los dadaístas los que más potenciaron sus
posibilidades expresivas y conceptuales.
Desde entonces hasta esta postmodernidad,
el collage ha tomado carta de naturaleza y autonomía estilística, que ha sido
desarrollada por distintos artistas, entre los que Cristina Ortiz se encuentra,
con personalidad propia y reseñable impacto.
Poseen los cuadros de esta
artista una singular y potente tensión dramática, que se concreta en una
iconografía recurrente de un solo elemento figurativo, normalmente en silueta
escrupulosamente recortada, que se desenvuelve en la artificiosidad de un escenario
de corte surrealista o expresionista, en el que el color, siempre sobrio y contenido, toma su relevancia en sus contrastes y juego de sombras, siempre dentro de un minimalismo de
recursos.
Sus cuadros exigen una
consideración holística, ya que en ellos cada elemento ocupa su lugar
ineludiblemente ligado al conjunto, sin cuya visión tal elemento pierde interés
y significado.
Esa es la tensión en la que se
debate el espectador, que queda prendido, tanto en los componentes formales y
compositivos, como en el espacio de las ideas que se adivina pleno de registros
alegóricos, pues en todos ellos se descubre una intención metafórica y aun
simbólica.
Las pinceladas de color, que
acompañan al collage, son como una sacudida al intelecto. En algunos,
encontramos cierta paranomasia ideal con las famosas pinturas de Georgia O’Keefe,
en las que las imágenes de corolas florales presentan una ambigüedad intencionada
de dos significados ambivalentes, con lo que el observador queda inmerso en el
territorio de las ideas conceptuales.
Digamos concluyendo que, en los
collages de Cristina Ortiz, además de una estética realmente atractiva y
convincente, hay enigma y silencio que
grita.
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