“Aparentemente las escenas
de mis pinturas pueden parecer triviales, pero ahí radica su verdadera
naturaleza, en la grandeza de lo puro, huyendo de cualquier artificio”, dice
Jorge Gallego, (Montellano, Sevilla, 1980), de su pintura y de la etiología de
la misma, radicada en su ideario vital y en su acervo conceptual.
Y es que, en efecto, como él
mismo señala, en la medida que recoge en sus lienzos el modo en que habitamos
el planeta, el cómo lo utilizamos, transformamos y lo cambiamos según nuestras
propias necesidades, ahonda en la condición humana que trata desde diversos y
distintos puntos de vista. Es esta visión antropológica de su arte la que da
trascendencia a sus obras.
Pintura la suya de
naturaleza realista, que se presenta bajo el título de “Silencios”, que están
en sus lienzos en forma de elipsis, como indicativos de la tensión sináptica, que el artista quiere
establecer entre sus obras y el observador interesado por las mismas y que a
ellas se acerca.
Tensión y lema diacrítico que
deben servir de camino pautado, de clave hermenéutica para la mejor comprensión
y disfrute del contenido conceptual y aún metafórico del cuadro, sobre el que
sobrevuela un hondo relato lírico, basado en la ausencia de sonidos y palabras
que alteren su reflexión.
Al silencio le acompaña, como
complemento imprescindible de su narrativa, la luz, que se convierte en
protagonista de las escenas y con la cual
el artista compone sus cuadros en diversas y diferenciadas tonalidades:
paisajes en los que la radiante luz del “plaine air” descubre toda la gama de
colores, que brillan como pueden brillar en los cuadros del más colorista de
los machiaiolli o de los impresionistas. Cuadros bañados por la luz que los
define.
Pero en otros la luz mana desde
dentro del espacio pictórico, en forma de resplandores que iluminan interiores
que se aparejan con los del mejor Hopper, sabiendo expresar y haciendo percibir
la intimidad silenciosa y aún la melancolía que dimana de esos cerrados
ambientes, de geometrías delineadas.
Y aún esos detalles de rincones que
ofrece la naturaleza, sometida ora al velo delusorio de la niebla, ora a la
oscuridad rasgada por un lene foco impreciso de luz, y que al “plasmar la no-realidad con el detalle y la apariencia de lo
real, lleva la atención al terreno de los sueños y de este modo nos conectamos
de nuevo con nuestra esencia de seres misteriosos”, como el pintor realista Ven
der Linde señala, de forma tal que, cuando la técnica es considerada como un
instrumento al servicio del espíritu , se logra la plenitud de la poesía y de
la emoción, como es el caso.
Formalmente
las pinturas de Gallego presentan una cuidada perfección técnica, gran oficio y
dominio del dibujo, que descubren a un artista en posesión de una sólida
formación, solercia y de un talento indudables, que se ponen a prueba en cada
una de sus pinturas, dotadas de una personalidad remarcable y alejadas del
tedioso sincretismo de tantos pintores
de esta postmodernidad.
BENITO
DE DIEGO GONZALEZ
Miembro
de las Asociaciones Internacional,
Española
y Madrileña de Críticos de Arte
10/12/2018
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