Vela la imagen para des-velar y
re-velar, -mejor esto último-, la memoria y el concepto, en un intento acertado
de representar percepciones rememoradas, para traerlas al espectador y que éste
haga suyo la idea y el recuerdo.
Guillermo Summers, (Madrid,
1968), juega con la paradoja, con el enfrentamiento de los contrarios, con la
antinomia, al revelar la imagen y la idea, usando, sin embargo, como elemento
de su semasiología pictórica, la veladura y la pincelada desvanecida.
Con técnicas propias, basadas en
el empleo de parafinas y sobre el artesano papel nepalí, como soporte
predilecto, el artista desarrolla una estética imbricada en lo que, -cada vez con
más aceptación-, se viene a llamar el efecto Tuymans, -que ya muchos pintores y
fotógrafos utilizan en sus procesos creativos-, y nos introduce en el mundo mistérico
y ambiguo de la ensoñación, re-velando un inconsciente expresado con trazos
lenes y corporeidad delusoria.
Sus figuras silueteadas nos
trasladan a universos de realidades arquetípicas intemporales, como las que la
memoria evoca, o mejor, presiente: tal el paso del viento a través de un árbol
o la percepción de la danzante hindú en baile ritual superando el cansancio.
Todo ello queda acentuadamente
dramatizado por la ausencia de color en sus creaciones, que presentan ciertas
semejanzas con viejas fotografías o daguerrotipos en blanco y negro, si bien es
el gris terroso el tono dominante.
Sus cuadros, de una enorme simplicidad
iconográfica, invitan a la reflexión y a la introspección, pues su estética es
atractiva y sugeridora y sumerge al espectador en una especie de serenidad tántrica
gratificante, efecto que se potencia cuando su contemplación se realiza en un
entorno de soledad y sosiego.
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