“Es
un cazador de pieles”, dice de este artista, en feliz alegoría, su homónimo y
colega en el arte, Daniel González Gil, en el catálogo de presentación de esta
muestra, que se exhibe, bajo el título de “Retratos”, en el Centro Cultural de
Moncloa-Aravaca, de Madrid.
Y
es que la exposición constituye un acabado repertorio de caracteres de
personajes representativos de una diversidad de tipologías raciales y étnicas, resultantes
de las diferentes razas, culturas y creencias y aún del ambiente y de la edafología
en que se desarrollan.
Son
retratos de seres anónimos, en los que plasma los semblantes identitarios y las
huellas que el tiempo y el ambiente han labrado en las pieles de sus rostros y que
el artista trae al lienzo, con una gran pericia y un enorme talento heurístico.
Estos
retratos, que se soportan sobre un dibujo potente y están realizados con la
técnica del pastel seco, son la expresión más acabada de cómo se puede expresar
la no-realidad, asumiendo el detalle y la apariencia de lo real, deslizando, de
esta forma, las impresiones al terreno de los sueños, mediante el estudio de
calidades y luminosidades conseguidas con la aplicación de un gran domino del
color y un delicado uso del divisionismo, que la propia técnica del pastel
facilita cuando se usa con la adecuada pericia, oficio y conocimiento, sobre el
lienzo y el papel.
Daniel
Díaz demuestra con este proceder que nada es menos real que el realismo, ya que
sólo eligiendo y acentuando los detalles, u omitiéndolos, y manejando con
sabiduría colores y perspectivas se camina hacia el verdadero significado de
las cosas, que es lo que el artista persigue.
Este
artista pone muy en valor la importancia del oficio. Su trabajo es concienzudo
a la búsqueda de su paradigma, de forma tal que, poniendo la técnica al
servicio del espíritu, consigue unos resultados donde la belleza, la armonía y
la lírica toman su total significado, quedando estos valores encarnados en sus
obras, para solaz de quien las contempla.
Sus
dibujos y sus pinturas de los rostros son directos, sin subterfugios ni
ambages, limpios, en los que no falta ni sobra un toque de grafito y de color.
En los que los ojos nos remontan a los lugares insondables del pensamiento en donde
bullen los ensueños del nefelibata.
En
síntesis, es Daniel “cazador de pieles”, que graba, esculpe y da vida en
estudios magistrales de luces y sombras, a rostros en los que destacan las
huellas del tiempo y de la vida. Además, en sus retratos plasma las almas de
las personas, impresas en sus ojos y en sus gestos arrobados, que traslucen los
pensamientos en los que están sumidos, pues el artista logra dar fisicidad a la
inmaterialidad de los espíritus de sus personajes retratados.
BENITO
DE DIEGO GONZÁLEZ
Miembro
de la Asociaciones Internacional,
Española
y Madrileña de Críticos de Arte
10/10/2017
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