jueves, 12 de septiembre de 2019

197 04* CRISTINO VERA LUZ EN LA PINTURA GALERIA DE ARTE FERNÁNDEZ-BRASO. Villanueva, 30. Madrid





Cristino de Vera, nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1931, es un místico que hace de la pintura su medio para la sublimación del espíritu, unas veces a través de los objetos de uso cotidiano, -según el aserto teresiano-, como tazas y cestos, pero también de otros de significado más trascendente, como calaveras, crucifijos y velas.


Es por ello que Cristino de Vera dice, en una sintética definición onomasiológica de su pintura: "yo creo que sí hay simbolismo, realismo y espiritualismo en mi obra. Todo ello pretendo yo transfigurarlo a un poder de esencia en la forma, en la transfiguración de la luz".

Es esta luz transfigurada, luz espiritual, luz blanca o solamente luz, con que identifica, de forma reiterativa en las titulaciones de sus cuadros, el contenido de gran parte de sus obras. Luz que no proyecta sombras; luz misteriosa entrañada en los objetos representados, que en su conjunción convierten al cuadro en un elemento que aproxima el espíritu a la trascendencia.

Quizás sea esta la razón de que su obra haya despertado interés por parte de artistas, críticos, historiadores, poetas y coleccionistas, que perciben una gran carga mistagógica en las creaciones de Cristino Vera, quién manda con ellas un filodóxico mensaje de contenido casi apodíctico. No sin razón el escritor y crítico de arte, Manuel Sánchez Camargo, escribió en 1957, que "en su pintura existe ese aliento que presta a la obra de arte quien posee la capacidad del milagro".

En 1996 el crítico de arte Miguel Fernández Gil valoró la pintura de Vera como "Una de las obras más secretas y misteriosas del arte español de las últimas décadas". Posiblemente porque su  aparente simplicidad y ese aura mística que desprenden sus objetos y que parece entroncar con una fuerte corriente que arranca de la tradición de Zurbarán y, como Francisco Calvo Serraller dijo "su pintura nos hace evocar los bodegones de sección áurea de Sánchez Cotán".

La pintura de Cristino Vera es icástica en su forma y epigramática en su mensaje, realizada  con una particular técnica puntillista, desarrollando el divisionismo con unos colores grises y lenes, que dan a las imágenes un aspecto delusorio, fundamental para el logro de su propósito mistérico y que van acompañadas de unos ecos clasicistas, como hemos dicho.

Sin embargo, es reseñable que no se haya considerado, ni tan siquiera advertido nunca, como un lenguaje incompatible con las post-vanguardias artísticas de los años de su consolidación artística, consideración sin duda basada en la sencillez formal de su pintura, de la que emana una trascendencia que se percibió y se percibe, como verdadera, auténtica y genuina, con un valor permanente que emociona, hecho que fue percibido por el poeta José Hierro, allá por 1966, cuando comentando  la obra de Vera dijo: "Este artista canario, como Machado, sólo recuerda la emoción de las cosas y se le olvida todo lo demás".

Desde mediados de la década de los sesenta y hasta la de los ochenta, Cristino de Vera se convierte en símbolo de la cultura insular canaria, reconocimiento que no va a parar de incrementarse hasta la actualidad.

Quizás esa necesidad de trascendencia, que Cristino Vera vierte en su pintura, responda al sometimiento de su espíritu a unos miedos atávicos conscientemente irremediables, que expresó sufrir cuando en el año 2000, a una pregunta de Juan Cruz, el artista respondía: "Sí, tengo miedo a todo, al tiempo, a la muerte, a la enfermedad, los hermanos mayores se han ido. Tengo miedo a la oscuridad". Por eso busca la luz y la encuentra en su obra creativa.

Cristino Vera ha recibido el Premio Nacional de Artes Plásticas y la Medalla de Oro a las Bellas Artes y otros altos galardones en reconocimiento a su pintura y su obra está presente en los museos y colecciones más importantes de España y de otros países.







BENITO DE DIEGO GONZALEZ
Miembro de las Asociaciones Internacional,
Española y Madrileña de Críticos de Arte.

15/04/2019

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