La lucense María Jesús Pérez
Carballo es sobre todo dibujante y es con esta técnica con la que alcanza las más
encumbrados resultados de su expresión artística.
Es dibujante concienzuda, que practica
el aserto del maestro Antonio López, quién advierte de la necesidad perentoria de
todo artista plástico de “dibujar todos los días”, quizá sea porque dibujando
descubre las formas ocultas a la visión corriente y le permite componer
paisajes utópicos e ideales, que, solo mediante el trazo del lápiz, es posible
materializar ante los sentidos. Poder este concedido en exclusiva al artista,
para su mayor deleite y de quienes posteriormente puedan gozar de la
contemplación de sus obras, como Joaquín Sorolla reconocía.
Si todo el arte es creación,
el dibujo es la sublimación del acto heurístico, pues, el solo trazo de una
línea, puede tener la virtud de transformar la nada del lienzo o el papel blanco
en un mundo completo de expresividad, ritmo y armonía, que otorga al que lo
contempla la sensación placentera y benéfica que la belleza concede.
En el libro-ensayo
monográfico-crítico, titulado “María Jesús Pérez Carballo – Sombras Nos Muros”,
y, en sus páginas preliminares, la artista escribe a mano una apocadíctica
definición de su actitud vital y expresa con vehemencia la dialéctica personal
en que está inmersa, entre deseo y proyección real, que nos ayuda a entender y
a enjuiciar su obra artística.
Dice así: “A través de las palabras
de Antonio Leyva descubro que parezco ser todo lo contrario de la que me
gustaría ser. Me gusta la luz y camino en la niebla. Me gusta la claridad y
juego a la ocultación. Me gusta la seguridad y me muevo entre desasosiegos e
interrogantes. Me gusta el silencio y parloteo sin descanso. Me quiero contar y
me embrollo. Un estímulo para seguir buscando – me pintando. Quiero un cielo de
estrellas. Como siga así me moriré gritando ¡Quiero otra cosa!”
Esta dialéctica y la
subjetividad con la que aborda su creatividad, le hace reconocer que “la
realidad se construye a partir de una cierta esperanza interior que poco tiene
que ver con los datos, incluso puede negar la evidencia de éstos”.
Dos ámbitos contrastados la
constituyen. En el primero es su calidad de extraordinaria dibujante la que
prevalece, - se dice en la presentación de esta muestra de “Un Mundo Dos
Mundos”-, bien que ni la simple trascripción de la realidad visible ni lo
imitativo califiquen una expresión realista en la que forma y contenido están
íntimamente trabados y en la que lo conceptual es absolutamente determinante en
unas obras, gratificantes y serenas, cuya sustentación es la realidad doméstica
según sus propias palabras: “Nos movemos mentalmente entre dos ámbitos
contrastados, una realidad doméstica cotidiana más o menos amable –
gratificante y otra realidad cruel – injusta que, generalmente, nos llega a
través de imágenes y casi siempre nos resulta ajena”.
El segundo, que la artista
quiere que sea “un homenaje a los reporteros/as que, aun a riesgo de su vida
nos dejan constancia, a través de sus imágenes, de la que posiblemente sea hoy
la única información fidedigna”, es una indagación, -ya experimentada por ella
desde los años ochenta-, de las posibilidades expresivas del collage, trabajado
por la artista con genuina y particular técnica, para trasladar al lienzo o al
papel, -mediante la conjugación de elementos contrarios, de las “asimetrías”:
el grito y el silencio, la luz y la oscuridad, lo dinámico y lo quieto-, no la
realidad ilusoria, sino la lacerante que esas imágenes muestran, y que son más
que simbólicas.
BENITO DE DIEGO GONZALEZ
Miembro de las Asociaciones
Internacional,
Española y Madrileña de
Críticos de Arte.
19/05/2019
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