1.- INTRODUCCIÓN: A comienzos del
siglo XX, Rusia vivió un renacimiento cultural sin precedentes, en el que las
mujeres tuvieron un papel preponderante: la conocida como Vanguardia Rusa, que
contó con una participación femenina, no solo muy numerosa, sino también
extremadamente activa, relevante e influyente.
Rusia se consolidó como uno de
los centros de las vanguardias artísticas. De allí surgen algunas de las
propuestas más radicales y revolucionarias del arte. Numerosos creadores rusos viajan
a Francia y Alemania, en las primeras décadas del siglo, entrando en contacto
con los movimientos culturales más avanzados, integrándose incluso en algunos de
los grupos que conforman los primeros movimientos rupturistas, con aportaciones
propias, que impacta en Europa occidental: la tradición de los iconos ortodoxos
y un interés por los temas rurales.
Por
otro lado, el ambiente social, que desembocará en 1917 en la Revolución de
Octubre, explica de qué manera las propuestas de estos artistas acompañan,
anuncian o ilustran lo que será el proceso revolucionario y el cambio de
paradigma que representa la llegada de un nuevo régimen.
Son
los años treinta, el periodo crítico en el que los artistas ven reducida su
capacidad de acción y creación, forzados por la evolución del régimen hacia un
estado comunista totalitario y la implantación, impuesta por el mismo, del
“realismo socialista”, como forma de expresión artística única y excluyente.
Jean-Louis
Prat, comisario de la muestra “De Chagall a Malévich: El arte Revolucionario”, expuesta
en la fundación Mapfre, resume en el
catálogo el papel de los artistas en aquel contexto, con estas palabras:
“Fueron los artistas los que se erigieron en revolucionarios antes de la
Revolución, seguros de que ésta se convertiría en lo que esperaban y, por
consiguiente, en lo que la propia Revolución esperaba de ellos. Este
malentendido dio origen a desilusiones que también deben tenerse en cuenta como
fermentos importantes de un lenguaje abstracto, casi definitivo.”
La
muestra tiene como figuras de referencia a Marc Chagall y Kazimir Malévich, en
la medida en que representan dos polos en las innovaciones de la vanguardia
pictórica: el caso de Chagall más poético y narrativo, que abre el camino al
surrealismo; el de Malévich más radical y tendente a la abstracción geométrica.
Entre
ambos se despliega la obra de otros veintisiete artistas que trabajan la
pintura y la escultura al tiempo que rebaten y recusan los principios
fundamentales de esas artes, abriendo caminos hacia nuevos paradigmas.
Se
tratan, entre otros, de Natalia Goncharova, Liubov Popova, El Lisitski, Vassily
Kandinsky o Alexandr Ródchenko, que vive un extraordinario desarrollo en esas
décadas de fervor creativo y compromiso político.
En
la muestra “De Chagall a Malévich: el arte en revolución” es destacable la
presencia de un importante elenco de artistas mujeres, cuyo trabajo resultó
fundamental en el desarrollo de las vanguardias rusas, previa y posteriormente
a la Revolución de Octubre, en una experiencia de feminización de las artes que
tardaría años en repetirse.
En
este sentido cabe señalar que, el Museo Nacional Thyssen Bornemisza, bajo el
título de
“Pioneras. Mujeres de la vanguardia rusa”, reúne obras de
algunas de las artistas
más importantes de este movimiento, tales como:
Natalia Goncharova, Alexandra Exter, Olga Rózanova, Nadeshda Udaltsova, Liubov
Popova, Varvara Stepanova y Sonia Delaunay.
Ambas
exposiciones suponen un recorrido por una de las páginas más influyentes en la
evolución del arte moderno y un viaje a través de un tiempo convulso, marcado
por la elucubración, la experimentación, el temor, el entusiasmo y finalmente
la decepción, ante la llegada de un nuevo orden social y político.
2.-
CLASICISMO Y NEOPRIMITIVISMO. Bien entrada la primera década del siglo XX,
destacados artistas rusos y de
ascendencia judía, entre ellos Chagall y
Malévch, dieron vida al neo-primitivismo, movimiento que conjugaba un renovado
interés por las formas tradicionales del arte popular ruso con las técnicas
pictóricas del postimpresionismo, en plena eclosión tanto en París, como en Múnich. Aunque seguían practicando géneros
clásicos, como el paisaje, el desnudo, el retrato y la naturaleza muerta, estos artistas aplicaban a sus escenas los
vivos colores del expresionismo, así como las superficies planas y las
texturas propias del cubismo.
Las
diferencias entre ambos autores que nominalizan la muestra, -tanto por el
significado intrínseco de su pintura, como la influencia que han tenido en la posterioridad
-, se ponen de manifiesto cuando las obras
de Malévich dialogan con las de Chagall. Se observa entonces que, mientras el
primero pone su atención en imágenes típicas del campesinado ruso, el segundo
aprende del lenguaje visual del fauvismo y del cubismo para aplicarlos de forma
personal a imágenes localistas relacionadas con Vítebsk, su ciudad de origen, y
con las comunidades judías de Europa del Este.
3.-
CUBOFUTURISMO Y RAYONISMO. Hacia 1912, algunos de los artistas de la vanguardia,
que trabajaban dentro del imperio ruso, desarrollaron un nuevo lenguaje visual
que combinaba la fragmentación y los múltiples puntos de vista del cubismo
francés con la energía y el enfoque urbano del futurismo italiano. Nació así
una tendencia híbrida: el cubofuturismo en el que la imagen rural se vuelve
urbana. Creadoras como Liubov Popova, Nadiezhda Udaltsova o Natalia Goncharova fueron
pioneras de esta síntesis creativa de estilos de la Europa occidental en el
contexto ruso. Estudiaron en París con el pintor cubista Jean Metzinger, cuyo
famoso tratado “Du Cubisme”, escrito junto a Albert Gleizes en 1912, se publicó
en ruso al año siguiente.
El
rayonismo coexistió con el cubo-futurismo y compartió muchas de sus
características. De hecho, el teórico más destacado del movimiento, Mijaíl
Lariónov, resumió el estilo como una fusión del cubismo, el futurismo y el
orfismo, este último en alusión a la concepción, del poeta Apollinaire, de una
abstracción pura. Una noción que será muy influyente en los años siguientes.
Para Lariónov, el rayonismo se había liberado de las formas concretas y se
basaba, por el contrario, en los haces de luz que emanan de objetos diversos.
En la pintura rayonista, los temas y los discursos tradicionales quedan
supeditados a las cualidades de la pintura en sí misma, como el color y la textura,
de modo que llega a aproximarse a una incipiente abstracción.
4.-
HACIA LA ABSTRACCIÓN. Una de las aportaciones fundamentales de la vanguardia
rusa a la historia del arte moderno es la apuesta por las formas más radicales
de abstracción. Se constatan diversas vías hacia ese arte no representativo:
por un lado el expresionismo y su liberación de formas y colores; por otro, el
cubismo con su reducción geométrica de la naturaleza.
Así,
mientras que Marc Chagall se encuentra a medio camino entre las culturas
francesa y rusa, Vassily Kandinsky está marcado por el sustrato de su origen
ruso y por la impronta cultural alemana, en particular por el expresionismo.
Kandinsky, uno de los padres de la abstracción, participó en 1911, junto a
Franz Marc, en la creación en Murnau del grupo Der Blaue Reiter [El Jinete
Azul]. En buena medida, gracias a Kandinsky, las innovaciones del expresionismo
alemán influyeron sobremanera en la pintura rusa.
Del
otro lado, la abstracción de raíz cubista tiene su mejor expresión en las “Arquitecturas”
pictóricas de la artista Liubov Popova (1916-1917), que guardan cierta relación
con la práctica del collage, desarrollada ampliamente por Picasso y Braque
durante la fase sintética del cubismo. Pero lo que seguramente provocó la
transición de Popova de una pintura cubofuturista a un arte no objetivo (es
decir, abstracto) fue el suprematismo de Malévich. Tanto a Popova como a
Udaltsova, el suprematismo les ayudó a liberarse de las referencias figurativas
y a centrarse en los medios puramente pictóricos por su significado no
mimético.
5.-
SUPREMATISMO. “Por suprematismo entiendo la supremacía del sentimiento puro en
el arte creativo. Para el suprematista, los fenómenos visuales del mundo
objetivo carecen, en sí mismos, de sentido; lo significativo es el sentimiento
como tal, algo totalmente distinto del entorno”. Con estas palabras, -recogidas
en su libro de 1927 Die Gegenstandslose Welt [El mundo no objetivo] -, Malévich
realizaba toda una declaración de intenciones respecto al nuevo movimiento
artístico que crea en 1913, “intentando desesperadamente liberar al arte del
lastre del mundo de la representación”, y que desemboca directamente en un arte
abstracto, que inspira a muchos otros artistas, tanto contemporáneos a él como
de generaciones posteriores que, a lo largo del mundo, apostaron por la
abstracción geométrica. Malévich había asimilado por completo los principios
del cubismo, referente imprescindible para comprender el suprematismo, pero
trató de dar un paso adelante sobre él hasta llegar a la destilación máxima de
la pintura, impulsado por la necesidad de generar nuevos iconos que
sustituyeran a aquellos que habían marcado milenios de pintura rusa: tal es la
misión que cumplió el “Cuadrado negro”.
El
“Cuadrado negro”, símbolo de toda la obra de Malévich y de toda una época,
representa la abstracción suprema, la pintura en su grado cero, en estado
mínimo. Durante siglos, la pintura se había sustentado sobre la idea del
tratadista renacentista Leon Battista Alberti, según la cual un cuadro debía
ser una ventana abierta al mundo; en contraste con esa tradición se diría que,
con el “Cuadrado negro”, Malévich ha cerrado esa ventana para tender un gran
telón sobre el teatro del mundo,
El
suprematismo fue una forma de arte no figurativo que buscaba la pura
sensibilidad a través de la abstracción geométrica, un avance de enorme
influencia para el arte posterior hasta la actualidad.
6.-
CONSTRUCTIVISMO. Si bien en sus inicios el constructivismo se vio muy influido
por el suprematismo, cuyo ejemplo más significativo lo constituye la obra de Alexander
Ródchenko o de Baránov-Rossiné, pronto se alejó de este movimiento y de su
contenido espiritual en favor de un arte más funcional. En 1921 se celebró en
Moscú la exposición “5 × 5 = 25”, así llamada porque contribuían con cinco
obras, cada uno de sus cinco participantes: Liubov Popova, Alexandr Vesnín,
Alexandra Exter, Alexandr Ródchenko y Varvara Stepánova. Con ocasión de esta
muestra, muy cercana ya a la proclamación de la URSS en 1922, los artistas
constructivistas declaran el rechazo a la pintura de caballete y el paso a un
arte de producción o de diseño, de impulso colectivo y alejado de veleidades
individuales.
7.-
EPÍLOGO. Y es que, con la llegada al poder de Stalin y la implantación de nuevas
formas totalitarias y represivas de gobierno, el mundo, al que la vanguardia
artística aspiraba, se desvanece definitivamente. El “realismo socialista”, -
del que aquí hemos tratado, teniendo a Alexander Deineka, como una de sus más
destacadas figuras-, cobrará fuerza como arte de estado, ofreciendo imágenes de
la vida soviética de lectura fácil por el pueblo. Las reacciones, entre el
escepticismo y la desesperanza, es grande entre los artistas: Unos se exilian, como
Chagall, Alexandra Exter o Kandinsky; otros serán postergados, como Malevich;
finalmente, otros, como el poeta futurista Mayakovky, se suicidan.
BENITO DE DIEGO GONZÁLEZ
Miembro de la Asociaciones
Internacional,
Española y Madrileña de Críticos de Arte
15.03.2019
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