jueves, 12 de septiembre de 2019

196.03* LA VANGUARDIA RUSA . FUNDACIÓN MAPFRE. Paseo de Recoletos, 23. Madrid MUSEO NACIONAL THYSSEN BORNEMISZA. Paseo del Prado, 8. Madrid




1.- INTRODUCCIÓN: A comienzos del siglo XX, Rusia vivió un renacimiento cultural sin precedentes, en el que las mujeres tuvieron un papel preponderante: la conocida como Vanguardia Rusa, que contó con una participación femenina, no solo muy numerosa, sino también extremadamente activa, relevante e influyente.


Rusia se consolidó como uno de los centros de las vanguardias artísticas. De allí surgen algunas de las propuestas más radicales y revolucionarias del arte. Numerosos creadores rusos viajan a Francia y Alemania, en las primeras décadas del siglo, entrando en contacto con los movimientos culturales más avanzados, integrándose incluso en algunos de los grupos que conforman los primeros movimientos rupturistas, con aportaciones propias, que impacta en Europa occidental: la tradición de los iconos ortodoxos y un interés por los temas rurales.

Por otro lado, el ambiente social, que desembocará en 1917 en la Revolución de Octubre, explica de qué manera las propuestas de estos artistas acompañan, anuncian o ilustran lo que será el proceso revolucionario y el cambio de paradigma que representa la llegada de un nuevo régimen.

Son los años treinta, el periodo crítico en el que los artistas ven reducida su capacidad de acción y creación, forzados por la evolución del régimen hacia un estado comunista totalitario y la implantación, impuesta por el mismo, del “realismo socialista”, como forma de expresión artística única y excluyente.

Jean-Louis Prat, comisario de la muestra “De Chagall a Malévich: El arte Revolucionario”, expuesta en la fundación Mapfre,  resume en el catálogo el papel de los artistas en aquel contexto, con estas palabras: “Fueron los artistas los que se erigieron en revolucionarios antes de la Revolución, seguros de que ésta se convertiría en lo que esperaban y, por consiguiente, en lo que la propia Revolución esperaba de ellos. Este malentendido dio origen a desilusiones que también deben tenerse en cuenta como fermentos importantes de un lenguaje abstracto, casi definitivo.”

La muestra tiene como figuras de referencia a Marc Chagall y Kazimir Malévich, en la medida en que representan dos polos en las innovaciones de la vanguardia pictórica: el caso de Chagall más poético y narrativo, que abre el camino al surrealismo; el de Malévich más radical y tendente a la abstracción geométrica.

Entre ambos se despliega la obra de otros veintisiete artistas que trabajan la pintura y la escultura al tiempo que rebaten y recusan los principios fundamentales de esas artes, abriendo caminos hacia nuevos paradigmas.

Se tratan, entre otros, de Natalia Goncharova, Liubov Popova, El Lisitski, Vassily Kandinsky o Alexandr Ródchenko, que vive un extraordinario desarrollo en esas décadas de fervor creativo y compromiso político.

En la muestra “De Chagall a Malévich: el arte en revolución” es destacable la presencia de un importante elenco de artistas mujeres, cuyo trabajo resultó fundamental en el desarrollo de las vanguardias rusas, previa y posteriormente a la Revolución de Octubre, en una experiencia de feminización de las artes que tardaría años en repetirse.

En este sentido cabe señalar que, el Museo Nacional Thyssen Bornemisza, bajo el título de
“Pioneras. Mujeres de la vanguardia rusa”, reúne obras de algunas de las  artistas más importantes de este movimiento, tales como: Natalia Goncharova, Alexandra Exter, Olga Rózanova, Nadeshda Udaltsova, Liubov Popova, Varvara Stepanova y Sonia Delaunay.
Ambas exposiciones suponen un recorrido por una de las páginas más influyentes en la evolución del arte moderno y un viaje a través de un tiempo convulso, marcado por la elucubración, la experimentación, el temor, el entusiasmo y finalmente la decepción, ante la llegada de un nuevo orden social y político.
2.- CLASICISMO Y NEOPRIMITIVISMO. Bien entrada la primera década del siglo XX, destacados artistas rusos  y de ascendencia judía,  entre ellos Chagall y Malévch, dieron vida al neo-primitivismo, movimiento que conjugaba un renovado interés por las formas tradicionales del arte popular ruso con las técnicas pictóricas del postimpresionismo, en plena eclosión tanto  en París, como en  Múnich. Aunque seguían practicando géneros clásicos, como el paisaje, el desnudo, el retrato y la naturaleza muerta,  estos artistas aplicaban a sus escenas los vivos colores del expresionismo, así como las superficies planas y las texturas propias del cubismo.
Las diferencias entre ambos autores que nominalizan la muestra, -tanto por el significado intrínseco de su pintura, como la influencia que han tenido en la posterioridad -, se ponen de manifiesto  cuando las obras de Malévich dialogan con las de Chagall. Se observa entonces que, mientras el primero pone su atención en imágenes típicas del campesinado ruso, el segundo aprende del lenguaje visual del fauvismo y del cubismo para aplicarlos de forma personal a imágenes localistas relacionadas con Vítebsk, su ciudad de origen, y con las comunidades judías de Europa del Este.
3.- CUBOFUTURISMO Y RAYONISMO. Hacia 1912, algunos de los artistas de la vanguardia, que trabajaban dentro del imperio ruso, desarrollaron un nuevo lenguaje visual que combinaba la fragmentación y los múltiples puntos de vista del cubismo francés con la energía y el enfoque urbano del futurismo italiano. Nació así una tendencia híbrida: el cubofuturismo en el que la imagen rural se vuelve urbana. Creadoras como Liubov Popova, Nadiezhda Udaltsova o Natalia Goncharova fueron pioneras de esta síntesis creativa de estilos de la Europa occidental en el contexto ruso. Estudiaron en París con el pintor cubista Jean Metzinger, cuyo famoso tratado “Du Cubisme”, escrito junto a Albert Gleizes en 1912, se publicó en ruso al año siguiente.
El rayonismo coexistió con el cubo-futurismo y compartió muchas de sus características. De hecho, el teórico más destacado del movimiento, Mijaíl Lariónov, resumió el estilo como una fusión del cubismo, el futurismo y el orfismo, este último en alusión a la concepción, del poeta Apollinaire, de una abstracción pura. Una noción que será muy influyente en los años siguientes. Para Lariónov, el rayonismo se había liberado de las formas concretas y se basaba, por el contrario, en los haces de luz que emanan de objetos diversos. En la pintura rayonista, los temas y los discursos tradicionales quedan supeditados a las cualidades de la pintura en sí misma, como el color y la textura, de modo que llega a aproximarse a una incipiente abstracción.
4.- HACIA LA ABSTRACCIÓN. Una de las aportaciones fundamentales de la vanguardia rusa a la historia del arte moderno es la apuesta por las formas más radicales de abstracción. Se constatan diversas vías hacia ese arte no representativo: por un lado el expresionismo y su liberación de formas y colores; por otro, el cubismo con su reducción geométrica de la naturaleza.
Así, mientras que Marc Chagall se encuentra a medio camino entre las culturas francesa y rusa, Vassily Kandinsky está marcado por el sustrato de su origen ruso y por la impronta cultural alemana, en particular por el expresionismo. Kandinsky, uno de los padres de la abstracción, participó en 1911, junto a Franz Marc, en la creación en Murnau del grupo Der Blaue Reiter [El Jinete Azul]. En buena medida, gracias a Kandinsky, las innovaciones del expresionismo alemán influyeron sobremanera en la pintura rusa.
Del otro lado, la abstracción de raíz cubista tiene su mejor expresión en las “Arquitecturas” pictóricas de la artista Liubov Popova (1916-1917), que guardan cierta relación con la práctica del collage, desarrollada ampliamente por Picasso y Braque durante la fase sintética del cubismo. Pero lo que seguramente provocó la transición de Popova de una pintura cubofuturista a un arte no objetivo (es decir, abstracto) fue el suprematismo de Malévich. Tanto a Popova como a Udaltsova, el suprematismo les ayudó a liberarse de las referencias figurativas y a centrarse en los medios puramente pictóricos por su significado no mimético.
5.- SUPREMATISMO. “Por suprematismo entiendo la supremacía del sentimiento puro en el arte creativo. Para el suprematista, los fenómenos visuales del mundo objetivo carecen, en sí mismos, de sentido; lo significativo es el sentimiento como tal, algo totalmente distinto del entorno”. Con estas palabras, -recogidas en su libro de 1927 Die Gegenstandslose Welt [El mundo no objetivo] -, Malévich realizaba toda una declaración de intenciones respecto al nuevo movimiento artístico que crea en 1913, “intentando desesperadamente liberar al arte del lastre del mundo de la representación”, y que desemboca directamente en un arte abstracto, que inspira a muchos otros artistas, tanto contemporáneos a él como de generaciones posteriores que, a lo largo del mundo, apostaron por la abstracción geométrica. Malévich había asimilado por completo los principios del cubismo, referente imprescindible para comprender el suprematismo, pero trató de dar un paso adelante sobre él hasta llegar a la destilación máxima de la pintura, impulsado por la necesidad de generar nuevos iconos que sustituyeran a aquellos que habían marcado milenios de pintura rusa: tal es la misión que cumplió el “Cuadrado negro”.
El “Cuadrado negro”, símbolo de toda la obra de Malévich y de toda una época, representa la abstracción suprema, la pintura en su grado cero, en estado mínimo. Durante siglos, la pintura se había sustentado sobre la idea del tratadista renacentista Leon Battista Alberti, según la cual un cuadro debía ser una ventana abierta al mundo; en contraste con esa tradición se diría que, con el “Cuadrado negro”, Malévich ha cerrado esa ventana para tender un gran telón sobre el teatro del mundo,
El suprematismo fue una forma de arte no figurativo que buscaba la pura sensibilidad a través de la abstracción geométrica, un avance de enorme influencia para el arte posterior hasta la actualidad.
6.- CONSTRUCTIVISMO. Si bien en sus inicios el constructivismo se vio muy influido por el suprematismo, cuyo ejemplo más significativo lo constituye la obra de Alexander Ródchenko o de Baránov-Rossiné, pronto se alejó de este movimiento y de su contenido espiritual en favor de un arte más funcional. En 1921 se celebró en Moscú la exposición “5 × 5 = 25”, así llamada porque contribuían con cinco obras, cada uno de sus cinco participantes: Liubov Popova, Alexandr Vesnín, Alexandra Exter, Alexandr Ródchenko y Varvara Stepánova. Con ocasión de esta muestra, muy cercana ya a la proclamación de la URSS en 1922, los artistas constructivistas declaran el rechazo a la pintura de caballete y el paso a un arte de producción o de diseño, de impulso colectivo y alejado de veleidades individuales.
7.- EPÍLOGO. Y es que, con la llegada al poder de Stalin y la implantación de nuevas formas totalitarias y represivas de gobierno, el mundo, al que la vanguardia artística aspiraba, se desvanece definitivamente. El “realismo socialista”, - del que aquí hemos tratado, teniendo a Alexander Deineka, como una de sus más destacadas figuras-, cobrará fuerza como arte de estado, ofreciendo imágenes de la vida soviética de lectura fácil por el pueblo. Las reacciones, entre el escepticismo y la desesperanza, es grande entre los artistas: Unos se exilian, como Chagall, Alexandra Exter o Kandinsky; otros serán postergados, como Malevich; finalmente, otros, como el poeta futurista Mayakovky, se suicidan.



BENITO DE DIEGO GONZÁLEZ
Miembro de la Asociaciones Internacional,
Española y Madrileña de Críticos de Arte

15.03.2019

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