Martí
Sawe, (Barcelona, 1986), es un artista que a los catorce años empezó a pintar
grafiti. Estudió, después, ilustración en la escuela de arte La Massana, trabajó
durante más de 10 años como ilustrador, muralista y, más recientemente, como
director de arte y de animación.
Declara
estar influenciado por la pintura del “art brut”, marginal o sicótico de Adolf
Wolfli, por el “arte primitivo” del mejicano Martín Ramirez y por el “arte
bárbaro” del holandés Karel Apple, quién en los cuarenta del pasado siglo,
practicó la estética de lo feo en el arte, partiendo de premisas primigenias,
como el niño lo hace cuando por primera vez toma en sus manos lapiceros de
colores y “emborrona” una hoja en blanco.
Tuvo
años de fuerte actividad laboral en la ilustración, que le aportaron un sin fin
de referencias e influencias, creando así una iconogrfía ecléctica y peculiar.
Este hecho le llevó a una situación de continua investigación y búsqueda en
zonas fuera de lo que él llama “mi confort”.
Así pues, Sawe proviene
del graffiti, la ilustración y el mundo de la animación, por lo que su influencia
es total en su lenguaje formal, convirtiéndose en su signo diacrítico: Del
primero heredó la irreverencia, la fluidez y la desinhibición. Del segundo y el
tercero, la técnica, el control y la disciplina. Arribó de manera casi
involuntaria y de forma natural a la sintaxis del grafiti, que sigue presente
en su día a día y de una manera intensa, pero
rompiendo con la norma y sin estar sometido a ninguna fórmula
preexistente.
En
sus obras, sean pinturas, esculturas o instalaciones, Sawe ironiza acerca de
nuestras contradicciones y obsesiones sin sentido. Con una estética amable,
colores primarios, formas torpes y divertidas, nos hace reflexionar acerca del
distópico destino al que se dirigen las sociedades avanzadas, cuyas modas y
costumbres satiriza con un sutil humor, que hay que descubrir en sus obras, que
configuran unos universos entrópicos y distorsionados en donde cabe incluso el
collage. Al respecto Sawe dice: “Entiendo así que mi subconsciente está
constantemente de broma, ya que, tras la primera lectura superficial, mis obras
suelen estar impregnadas de humor, sátira e ironía”.
Cada
cuadro describe, en una visión holística, una situación social determinada en
la que quedan representadas las obsesiones y excesos que las modas y las
tendencias imponen a unos colectivos que, faltos de un sustrato solido regido
por una ética de los sobrio , se lanzan al consumo de lo que impone el dictado
de los “mass media”, y a los que el miedo a asumir sus propias decisiones, les lleva a encontrar su valor en el amparo
que otorga el hato.
Ante
cualquiera de los cuadros se tiene la impresión de estar frente a una pintura elemental
y primordial, en la que priman los colores lisos, que contrastan en armónicas y
atrayentes disposiciones yuxtapuestas, que llenan a los ojos de colores puros.
Lo
cierto es que el artista, en su vital diégesis pictórica, ha llegado a
sintetizar toda su potencialidad creadora en unas composiciones formales complejas,
cuya fuerza expresiva y comunicadora estriba en la manifestación de su éxtasis
interior subconsciente, revelado en el color, en la arquitectura de las formas
y en la ordenación de los diferentes y distintos elementos ornamentales, que
son signos de un lenguaje hermético. Eso sí, siempre buscando la armonía
interna de las formas y los colores, para llegar al recinto de las emociones.
Cada
cuadro exige un tiempo de contemplación para llegar a comprender todo su
potencial de simbolismo que encierra.
BENITO
DE DIEGO G ONZÁLEZ
Miembro
de las Asociaciones Internacional,
Española
y Madrileña de Críticos de Arte
16/06/2019.
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