El consagrado y muy galardonado
artista manchego, Abel Cuerda, (Albacete, 1943), presenta en la galería Orfila
su más reciente obra, cuando está celebrando el 50 aniversario de su encuentro
con las salas de exposiciones de Madrid, (1969), lo que supone un hito en su
diégesis pictórica, siempre fiel a su vocación al arte y al arte abstracto, en
donde la forma por la forma se eleva a concepto de la más alta expresividad de
los sentimientos personales de este artista creador.
Como otros artistas de su
generación y formación, tras una breve etapa en la que desarrolla una estética figurativa,
pasa a interpretar su figuración, mediante un leguaje expresionista y gestual,
que finalmente desemboca en un informalismo entre abstracto y figurativo, -especialmente
en sus collages-, donde imágenes que emergen de las masas de color forman al
tiempo parte de ellas en un fundido irreversible.
Cuerda inicia tempranamente su
personal senda de permanente y consciente investigación de formas, colores y
materiales, acometiendo composiciones normalmente basadas en la línea y el
color, donde paralelogramos, triángulos y circunferencias tensionan la fuerza
del cuadro y donde gravita todo el “dramatis vigor” de la narración de la idea que
expresa, dentro de la personal poética
con que se significa el artista, creando mistéricos ambientes que capturan la
emoción.
Abel Cuerda se mueve, como pintor
informalista que es, entre las coordenadas, cuyos ejes están constituidos por
las ideas de encontrar un lenguaje visual autónomo, que tenga existencia
subjetiva fuera del mundo real, siendo, como él afirma, “los recuerdos, el
misterio y la fantasía” las fuentes de su inspiración y los factores generativos
de su creatividad.
El otro eje está definido por la
toma de postura personal frente a los postulados de la sociedad en la que
convive y en una permanente revisión de ciertos modos convencionales del arte.
Debe remarcarse esto, porque, no
rechazando el apotegma de que el arte es un lenguaje complejo, diverso y sin
normas fijas, en el que debe predominar la idea, sin embargo “una obra de arte,
para serlo, ha de estar alimentada por conceptos plástico,s -como señala el
toledano Paco Rojas, fundador del grupo Tolmo-, principio que está íntegramente
cumplido por la totalidad de la obra de Abel Cuerda.
En efecto, en los cuadros de esta
colección interaccionan y armonizan diversos campos de colores planos, en forma
de paralelogramos, que juegan con erráticos y descompuestos trazos circulares, -que
guardan cierta paronomasia con el “dripping” del “action painting”-.Este
diálogo se resuelve, en una visión holística de un todo compuesto y coherente,
que insinúa posibilidades visuales de gran plasticidad y eurítmia e induce a
adentrase en nuestra propia memoria y en nuestro personal imaginario.
Dice al respecto el crítico de
arte y escritor, Juan Antonio Moreno Rodríguez, que “Abstracción y
expresionismo abstracto, todo un corpus creativo que define la obra de Abel. En
el misterio de su creación la energía se acrecienta y la composición crece
impulsivamente. Ya no hay pintura propia, pertenece al imaginario colectivo”.
Sintetizando, coincidimos, en
fin, con este autor, buen conocedor de la vida y obra de Abel Cuerda, en que
“al igual que en sus comienzos, cada nueva obra es un reto en el que, a través
de su técnica gestual y sus manchas cromáticas, comunica desde el interior una
idea que emociona y traslada sinceridad. Es uno de los grandes representantes
del informalismo y expresionismo abstracto español de la segunda mitad del
siglo XX y sigue en la brecha en este incierto XXI”.
BENITO DE DIEGO GONZALEZ
Miembro de la Asociaciones
Internacional,
Española y de la Madrileña de
Críticos de Arte
www.domusdidaci.blogspot.com.es
12/09/2019
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