Esta
exposición monográfica, con la que inaugura la temporada de otoño la Fundación
Canal, incluye lo más representativo de la obra de la artista fotógrafa
Francesca Woodman, (Denver, 1958 - Nueva York, 1981), mostrando 102 fotografías,
-de las más de 800 que dejó en sus archivos-, y 6 cortometrajes, que recuerdan
bastante a las anfibológicas películas de Andy Warholl, lo que induce a pensar
si habría tenido alguna relación con la obra fílmica de este personaje del Pop.
Jovencísima
excéntrica, introvertida, apasionada, carismática, provocadora y teatral,
obsesionada con su imagen y con la búsqueda del yo. Se la viene adscribiendo en
la generación de mujeres de vanguardia de la década de 1970, que reivindicaron su visión del mundo.
Criada
en el seno de una familia de artistas, de sus padres obtuvo sus primeras
influencias hacia el arte, de tal forma que, desde pequeña, consideró a la
fotografía no sólo como un modus vivendi,
sino más bien como un modus essendi. De esta forma, su interés por la
fotografía surgió a una edad muy temprana: con solo 13 años empezó con sus
primeros trabajos, ya con un estilo propio y característico, casi siempre
fotografiando en blanco y
negro, en formato cuadrado y dando
prioridad a la iluminación para así centrar la atención sobre un sujeto
principal y normalmente único en la escena.
Estando
en el Rhode
Island School of Design es becada
para una estancia de un año en Roma. Durante la cual, (1977-1978), se identificó con el surrealismo y el futurismo,
que desde entonces ganaron presencia en sus fotografías, así como lo ruinoso y lo
decadente representado en las paredes desnudas y descuidadas y los objetos
antiguos, barnizados con el deterioro del tiempo, que comenzaron a poblar sus trabajos.
Con
un talento innato y precoz, Woodman creó un corpus fotográfico impregnado de
simbolismo. Sus imágenes están centradas fundamentalmente en el
cuerpo de la mujer en general y en ella misma en particular. Se autorretrató desnuda,
retorcida, semioculta, disfrazada y desdibujada en lugares abandonados, casi
fantasmagóricos: En sus fotografías encontramos referencias a una belleza
frágil y etérea en escenarios decadentes.
De
vuelta en 1979 se
ubicó en Nueva York,
donde quiso hacer carrera fotográfica, pero sus esfuerzos no se vieron
recompensados y sufrió una depresión y
un primer intento de suicidio en septiembre de1980.
Tras
su trágico suicidio en 1981, Francesca Woodman se ha convertido en
una fotógrafa de referencia y de culto que, a día de hoy, sigue
generando debate y preguntas sin respuesta. Todo ello forma parte de ese halo
de misterio que rodea a su figura y que está presente en cada una de las
fotografías de esta exposición, cuyo título hace referencia a uno de los temas
preferidos de la artista: “ser un ángel”.
Ya
Burke, en el siglo XVIII, explicó que hay cosas que son sublimes sin ser bellas
y que sólo pueden ser sublimes en la medida en que no son bellas: Determinada
obra de Goya así lo atestigua. Y este es el caso de esta artista.
BENITO
DE DIEGO GONZÁLEZ
Miembro
de las Asociaciones Internacional,
Española
y Madrileña de Críticos de Arte
09/11/2019
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