Paco
Pomet, (Granada, 1970), se reviste de ingenuidad cuando se sitúa ante el
lienzo y escrudiña la vieja foto, que ganó su atención en algún rastrillo de
cualquier ciudad o pueblo, volviendo insistentemente, obsesivamente, si se
quiere, al intento de encontrar sentido a las cosas: a las situaciones, a
la cultura, a los hábitos, a la moral,… a todo aquello, en una palabra, que
acontece al hombre y por lo que él se encuentra concernido. El artista
vuelca también su mirada hacia la naturaleza y la problemática de nuestra
relación con ella.
Probablemente,
la imponente presencia de la sierra granadina (Sierra Nevada) a lo largo de
su infancia y de su juventud, se haya erigido en inagotable fuente de
inspiración de su obra y en un punto de reflexión sobre las heridas ambientales
que sufre nuestro planeta.
Pomet
utiliza su solercia pictórica y su narrativa surrealista para
transportarnos a un mundo singular y paradójico, en el que no deja a un
lado su fino sentido del humor. Sus cuadros nos descubren mundos tal y como
los concibieron los epígonos del dadá y del surrealismo: Man Ray, Magrite,
Ernst, Delvaux o Dalí, en los que los significados difieren de aquello que
los ojos ven.
Paco Pomet,
en su semántica formal, es un figurativo convencido, con un enorme y muy
personal talento para una pincelada segura y empastada, con una técnica muy
depurada, que dota a sus cuadros de una apariencia de hiperrealismo
fotográfico. Sin embargo la realidad es que lo que pinta no se puede
fotografiar, porque sólo existe en el universo de su imaginación, en el
cosmos de las ideas: es una realidad que se superpone a la que mimetiza,
convirtiéndola en otra distinta.
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El artista traduce al lienzo
la apariencia de la fotografía en blanco y negro o en sus tonos degradados de
los viejos papeles sensibilizados a la albúmina, donde el color es un accesorio
imprescindible, para conceptualizar al cuadro.
Su estética sorprende de
inicio para luego seducir y convencer, a pesar, o quizá por ello, de que pone
en cuestión a los lugares comunes de la figuración, ya que nada es lo que
parece, y en donde el color pasa a ser
una sacudida al intelecto y una llamada de atención por medio de la ironía o la
sátira, siempre en el ámbito del símbolo y la alegoría.
BENITO DE DIEGO GONZÁLEZ
Miembro de la Asociaciones
Internacional,
Española y Madrileña de
Críticos de Arte
12/01/2020
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